La carrera de un deportista de alto rendimiento en Chile, está marcada por el sacrificio personal, el desangramiento económico de sus padres, la indiferencia inicial de la autoridad y la empresa privada, la gloria, para que aparezcan los que no estuvieron, o el fracaso, que da paso al olvido.
Por eso, la histórica presencia del tenista chillanejo Tomás Barrios en la carpeta de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, llena de orgullo a quienes lo vimos arrancar su carrera en la cancha de arcilla que le construyó su padre en la casa, luego en la del Club de Tenis Chillán, y en mayor medida, en la penquista.
No fue fácil para Barrios llegar a la élite del tenis nacional, al equipo de Copa Davis y luego abrirse paso en el frío, solitario y competitivo mundo de la ATP.
Una lesión a la espalda casi lo retira del tenis antes de los 16 años, cuando ya mostraba un talento innato con la raqueta en la mano en categoría junior.
Un quiropráctico de Rancagua, de manos milagrosas, desterró la dolencia que amenazaba con sepultar la auspiciosa carrera del, apodado por La Discusión, “Gigante de Ñuble”.
Lo pasó mal en silencio, aguantó los dolores, pero siguió adelante, porque su sueño, de chico, siempre fue representar a Chile en el extranjero y en unos Juegos Olímpicos.
Así lo reveló su primer entrenador, Nicolás Núñez y lo refrendó su padre, quien confesó que su hijo siempre redobla esfuerzos cuando juega por Chile.
Su vida competitiva, entonces, con el temple que forjó para dejar atrás esta lesión, ha estado marcada por el esfuerzo permanente. Viajando por el mundo, al comienzo con los recursos de sus padres y una que otra marca que confío, para mostrar su juego en futuros y challengers, hasta llegar a su primer Grand Slam en Wimbledon, donde pasó la fase clasificatoria y marcó un hito al ser el primer ñublensino en jugar un torneo de esta envergadura. Ha crecido tenística y físicamente, pero seguirá mejorando para meterse entre los 100 mejores. En Tokio 2020, donde cumplió un sueño después de tanto esfuerzo silencioso, se fue luchando con temple.
En su estilo. Sin llorar. Porque así ha sido la carrera de Tomás, el “Gigante” que supo levantarse y al que nadie le ha regalado nada.