Llegaron escapando de la guerra y lentamente comienzan a adaptarse a Chillán. Una familia ucraniana conformada por cinco personas arribó a la ciudad durante el fin de semana, no sin antes pasar las dificultades propias de los habitantes de un país que se encuentra en medio de un conflicto bélico, situación que generó la coordinación de la Municipalidad que puso a su disposición la red de apoyo necesaria para que retomen su vida.
El alcalde de Chillán, Camilo Benavente, en conjunto con la directora de Dideco, Zoraya Martínez, visitaron a la familia proveniente de la ciudad de Zaparoye, con quienes comenzaron a trabajar para generar algunas ayudas sociales y así brindarle una mejor estadía en la comuna, en la cual ya se comienzan a proyectar.
[bg_collapse view=”button-orange” color=”#4a4949″ expand_text=”Leer más” collapse_text=”Menos” inline_css=”width: 100%” ]“Recibimos a esta familia y nos parece que debemos tener una recepción solidaria producto de un momento muy difícil que han vivido, con una crisis emocional muy dura. Tenemos que entregar todas las herramientas desde la municipalidad y articular con otros servicios para que ellos puedan tener una vida más tranquila, estamos buscando alguna estrategia para ayudarlos con vivienda y en otras áreas”, explicó el alcalde de Chillán.
La directora de Dideco agregó que “nuestra idea es entregarles algunas herramientas para que comiencen a desarrollar su vida en la ciudad como un lugar donde vivir, a través de una asesoría y opciones de trabajo, es un acto de solidaridad con quienes están sufriendo”.
Iván Palma, María Semeskko y su hija de tres años, Alisa Semeskko, forman parte del núcleo familia al cual se integran Ana Kisil y su esposo José Palma, chileno que a inicios de los años 70’ emigró a la ex Unión Soviética para ser parte de una capacitación que se solicitaba la empresa, tiempo en el cual no perdió vínculo con su hermana chillaneja.
Los años pasaron, José Palma no volvió al país producto de la contingencia política de la época, momento en el cual conoció a Ana, matrimonio que se extiende por más de 33 años luego de conocerse en la parada del autobús.
Sin embargo, ahora todo es parte del recuerdo, dejaron todo en Ucrania. “Pasamos de Ucrania a Polonia, donde desde la embajada nos llamaron y nos invitaron a que saliéramos del país ya que veían todo el peligro que había, lo dejamos todo, nos vinimos con lo puesto”, rememora José, quien hace 49 años no veía a su hermana, Rosa Palma, quien no dudó en recibirlo en su casa en Chillán.
La salida del país no fue fácil, ya que Iván de 30 años debía quedarse para ser parte del improvisado ejército ucraniano al ser considerado conscripto, momento en el cual apelaron al pasaporte de chileno para emigrar. “Estuvimos en cuarentena siete días y apenas la cumplimos viajamos a Chillán, aún no he visto mucho, pero lo que he visto me gusta y se parece un poco a la ciudad en la cual estábamos”, dijo el joven padre quien es sheff de profesión.
María Semeskko dejó a su familia en Ucrania, pero según relató, lo hizo por un bien superior. “Lo hice todo por mi hija, necesitaba salvarla de la guerra”.
Ana, con voz temblorosa, omite de inmediato cualquier recuerdo de los ataques. “Tuve que dejar la casa, el pueblo, las costumbres, es algo muy difícil, pero nos recibieron de muy buena manera, con mucho cariño de hogar y eso es algo que valoro”.
La familia llegó escapando de la guerra y ahora espera escribir un nuevo capítulo en una ciudad que ya los comenzó a acoger.
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