A principios de esta semana, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, expuso la verdad más incómoda desde el inicio de la pandemia: “La vacuna para el coronavirus tardará un mínimo de 18 meses. Debemos seguir la evidencia. No hay atajos”, sentenció.
Como muchas otras enfermedades importadas, el Covid-19 llegó para quedarse un buen tiempo, y como el mundo no se puede paralizar hasta que se descubra lo uno o lo otro, es necesario adaptar la vida a su amenaza permanente.
El problema es que éste sigue siendo uno de nuestros grandes problemas. La incapacidad para seguir indicaciones y cumplir protocolos sanitarios mínimos para evitar el contagio.
Resulta preocupante que en el inicio de la segunda cuarentena, en el periodo más crítico de velocidad de contagios, los comportamientos cotidianos de los chillanejos continúen como hace una semana, olvidando que estamos ante un virus que no distingue capas sociales ni condiciones económicas. Cualquiera puede contagiar a cualquiera por la vía menos esperada.
Es absolutamente comprensible el mal humor por esta segunda cuarentena, pues sabemos cómo afecta la normalidad de nuestras vidas. Hay quienes seguramente gozan de comodidades que les permiten seguir en aislamiento, pero la mayoría no. Pero aquí la reflexión es pensar primero en la integridad física por obvias razones. Es la mejor contribución en los actuales momentos, donde los indicadores de carga viral, velocidad de contagios y casos activos en la Región, y Chillán en particular, son los peores desde marzo.
En sociedades más desarrolladas que la nuestra, donde han logrado controlar de mejor forma la pandemia, el elemento que marca la diferencia es el autocuidado. Cuando se preguntan por qué Alemania, Nueva Zelanda o Finlandia controlaron tan rápido y eficientemente la pandemia, la respuesta no es la cantidad de dinero que pusieron los gobiernos, sino que la gente se cuidó de no contagiarse ni de contagiar a nadie. Pues es esa la gran enseñanza que hoy debemos difundir para enfrentar el coronavirus.
Si cada persona que sale de su casa lo hace solo cuando es estrictamente necesario, utiliza mascarilla, mantiene el distanciamiento social y aplica las medidas de higiene.
Esperemos que lo más malo esté sucediendo en este momento y que todo mañana sea mejor, pero para eso se necesita mucha credibilidad en las instituciones y que éstas no sean menores a las expectativas de las personas. Aquí, evidentemente, hay un doble problema.
Tal como sucede con los huracanes estamos en el ojo de uno de ellos, es decir, estamos peligrosamente expuestos en una situación de la que no sabemos cómo vamos a salir. No obstante, hay un camino para avanzar y es el autocuidado, la única vacuna que hoy tenemos a mano. No se puede vivir en cuarentena, parando la economía mes por medio, porque las consecuencias pueden ser peores que la misma enfermedad de la cual buscamos alejarnos.