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Atentado a la UdeC

UdeC

Un elemento fundacional de la Universidad de Concepción, reconocido ampliamente por la sociedad chilena, es su vocación pública. Una universidad regional, nacida a principios del siglo XX “en rebeldía” al centralismo intelectual de Santiago, y muy comprometida con la problemática social de las regiones de Biobío y Ñuble, y de todo el país.

Esa es la vocación que ha definido su caminar durante más de un siglo, que la ha llevado a ser faro del conocimiento, inspiración de movimientos políticos y sociales, articuladora de voluntades, profundamente democrática e independiente, promotora y defensora de las libertades.

Por todo lo anterior, cuesta entender el atentado incendiario que sufrió la madrugada de ayer el Campus Concepción, que afectó a la Facultad de Ciencias Forestales. La quema de vehículos e infraestructura académica no solo es un acto de irracional violencia contra una institución educacional pública, sin fines de lucro, sino que encierra un hecho de mayor gravedad, pues también es una agresión a sus estudiantes, profesores y funcionarios y, más profundamente, a la libertad de pensamiento y enseñanza.

Ciertamente, no son estos tiempos fáciles para comprender las motivaciones e intereses que pueden estar detrás de un acto de esta naturaleza. Las conclusiones pueden ser tan variadas como los puntos de vista y las convicciones políticas e ideológicas desde donde se emitan, pero nada puede justificar la irracionalidad de éste y otros ataques de vandalismo que ha sufrido la casa de estudios. El barrio universitario es patrimonio no solo de Concepción, sino de todo Chile, como lo establece la declaratoria del Consejo de Monumentos Nacionales, que en 2016 le otorga la condición de Monumento Histórico Nacional, tras reconocerla como la primera casa de estudios latinoamericana edificada bajo el concepto de ciudad universitaria.

Allí está el alma de la UdeC, hoy adolorida por este episodio, pero firme en su convicción de continuar siendo un campus abierto, que pertenece a la comunidad, como lo estableció ayer su Rector, el doctor Carlos Saavedra, quien a nombre de toda la comunidad universitaria repudió el atentado, al mismo tiempo que confirmó que continuará siendo un espacio de encuentro para buscar una solución definitiva a conflictos que no han sido promovidos por la casa de estudios. De hecho, ha sido todo lo contrario, ha jugado un papel protagónico en el diálogo y comprensión de diferentes procesos de cambio social, cultural y político en los siglos XX y XXI, incluido el estallido social de 2019 y la actual Convención Constitucional, que la eligió como referente y apoyo en diversas materias.

En medio de escenarios políticos crispados, de desconfianza, conflicto y división, la Universidad de Concepción ha emergido siempre como una pequeña república latente que opera con valores radicalmente contrapuestos a la mezquindad habitual del poder político y económico, y a la impunidad e irracionalidad de la capucha. Son 102 años en el sentido contrario, contribuyendo a mejorar la realidad social y a consolidar una sociedad cada vez más justa, libre y democrática.

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