El hecho de estar constantemente pendientes de los recursos tecnológicos puede traducirse en un riesgo para peatones y conductores poco precavidos. Según Conaset, en los últimos seis años hay 14.590 personas que han fallecido o han sido lesionadas por no atender las condiciones del tránsito vehicular.
Es, evidentemente, una cifra preocupante. Y lo peor es que los trágicos episodios se repiten y aumentan. Y no se puede hablar en estos casos de accidentes, pues son absolutamente prevenibles, que es finalmente el concepto detrás de la iniciativa legal aprobada por el Sala del Senado la semana pasada y que sanciona como infracción gravísima conducir manipulando el teléfono móvil u otros dispositivos electrónicos, estableciendo multas de 3 UTM, es decir casi 160 mil pesos.
Se trata de una iniciativa que refunde cuatro mociones, y que busca desincentivar el uso de aparatos telefónicos y otros similares por parte de los conductores al mando de un vehículo. Si bien esa conducta tiene actualmente una sanción que configura una infracción grave con una multa de hasta 1,5 UTM, se considera que no es lo suficientemente disuasiva. De hecho ahora, al pasar de “grave” a “gravísima”, se equipara a otras infracciones, como no detenerse frente a una luz roja, conducir sin licencia o no respetar un disco pare.
No se necesita ser experto para advertir que la función atencional, al distribuirse en situaciones muy distintas, pierde eficacia y aumenta entonces la posibilidad de sufrir accidentes. Esta observación ha sido probada con rigor por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Es indispensable, entonces, que los conductores no usen el celular al manejar. Deben tener en cuenta que su empleo es, por lo general, más absorbente que el diálogo con otros ocupantes del automóvil, conducta tampoco recomendable, pero menos peligrosa. De hecho, está comprobado que la distracción que produce el celular es mayor, que los tiempos de reacción del conductor se lentifican y afectan las posibilidades de una frenada.
Puede agregarse que quien lo usa sabe de esas limitaciones, a las que cabe añadir la reducción de la visión periférica y el menor empleo de los espejos retrovisores mientras conduce y habla por el celular. Tampoco se necesita ser experto para comprender que al recibir o efectuar una llamada desde un celular, al chatear, escuchar música o abstraernos en las noticias, estamos reduciendo notoriamente nuestro campo focal, y los cuidados que implica un desplazamiento se marginan hasta quedar apenas en la periferia de la atención. Se pierde así contacto con la realidad inmediata por atender otra ciertamente distante.
Conciencia y atención son funciones psicológicas vinculadas. Cuando la conciencia se focaliza en un diálogo telefónico, por ejemplo, respondemos con lentitud a cualquier estímulo cercano e inminente, pues solo entra en nuestro campo de forma marginal. El peligro, entonces, se acrecienta.
La educación vial es mucho más que un compendio de normas vacías: es una invitación a cuidarnos.