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Arte y disidencia en Cuba

Señor Director:

En octubre del año pasado se produjo en el Barrio San Isidro de La Habana una manifestación inédita en la Cuba Castrista: Un grupo de artistas, entre los cuales estaban figuras premiadas por el régimen, alzaron su voz para demandar al Ministerio de Cultura el cese de la persecución a quienes se resisten a pensar igual que los gobernantes. Como se sabe, la Revolución Cubana alfabetizó a miles de hombres y mujeres, pero luego les impidió escribir y leer lo que ellos quisieran “todo dentro de la revolución, fuera de la revolución nada” fue la regla de oro que Castro impuso a la sociedad.

Durante más de 60 años, unas voces por aquí y otras por allá disintieron del coro oficial. Algunas de esas voces pasaron 20 años en la cárcel, otras salieron al exilio o murieron en silencio.

Por eso, es notable que ahora un grupo de numerosos escritores y artistas se alcen juntos para exigir el derecho a pensar y decir sin custodia policial.

Las nuevas tecnologías que han llegado desde el exilio han comenzado a surtir efecto. La disidencia comienza a multiplicarse, a concertarse y a relacionarse con el exterior, mientras el régimen se enfrenta al mayor desafío que nunca imaginó: La fronda de la inteligencia y la juventud. Se acaba de realizar un seminario convocado por Cescos, Centro de Estudios Contemporáneos Sociedad Abierta, con sede en Montevideo, donde destacados intelectuales, incluidos cubanos residentes en la isla comentaron la nueva situación. Lo más notable es que la descalificación a los opositores y exiliados como gusanera ha perdido esa carga mortal que tenía y, por el contrario, ha pasado a convertirse en motivo de escarnio en las redes sociales donde crece la ola opositora.

La situación económica se agudiza ante el fracaso rotundo del Estado empresario que arruinó toda producción y ha llegado a establecer niveles de vida francamente insoportables.

La historia demuestra que todas las dictaduras comienzan a desplomarse cuando pierden la hegemonía cultural y sus maldiciones atemorizan cada vez menos.

Alejandro Witker.

Historiador

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