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Arendt tenía razón

La filósofa Hannah Arendt llevaba casi quince viviendo en Estados Unidos cuando escribió “La Crisis de la Educación”, un ensayo en que analizó críticamente unos aspectos centrales de la ineficacia pedagógica que se advertía en esa época en el sistema educativo estadounidense.

El escrito forma parte del libro “Entre el pasado y el futuro” publicado por la filósofa en 1954 y bien valdría la pena revisarlo no sólo por su serena y bien documentada observación crítica al sistema educativo estadounidense en esa época. En mi opinión, este breve Ensayo es de especial interés para nuestro medio, en especial respecto a lo que denuncia como una gran causa en las falencias educativas. Su análisis crítico es consonante con aspectos que están presente en la ineficacia educativa de nuestro sistema educacional actual.

En efecto, un aspecto determinante en la ineficacia pedagógica se genera en la inexplicable tendencia por asumir enfoques educativos sólo porque están de moda. Así lo señala Arendt: “Ahora bien, por lo que hace a la educación misma, ha sido sólo en nuestro siglo cuando la ilusión que surge del pathos de lo nuevo ha producido sus más graves consecuencias. Lo primero de todo, permitió a toda una serie de teorías educativas modernas, de origen centroeuropeo y que consistían en un pasmoso revoltijo de sensateces e insensateces, realizar la más radical revolución en el sistema educativo entero, bajo la bandera de una educación progresiva”.

Ese afán de asumir e implantar teorías educativas sin el más mínimo juicio crítico ha sido, y sigue siendo, un gran detonante en muchos sistemas educativos que han visto descender, notoriamente, sus objetivos pedagógicos. “Lo que en Europa ha quedado corno un experimento -continúa su señalando la pensadora-, probado aquí y allá en alguna que otra escuela y en instituciones educativas aisladas, extendiendo gradualmente luego su influencia a ciertos sectores, en América hace unos veinticinco años que ha desbaratado -como quien dice de un día para otro- todas las tradiciones y todos los métodos establecidos de enseñanza y aprendizaje. No entro en detalles, y dejo a un lado las escuelas privadas y, en especial, el sistema de escuela parroquiales católicas. El hecho significativo es que, por favorecer ciertas teorías, buenas o malas, se llegó a rechazar todas las reglas del buen sentido. Semejante procedimiento tiene siempre consecuencias perniciosas, especialmente en un país que se fía tanto del sentido común en su vida política”.

Es sorprendente lo vigente que resulta el análisis que explora Arendt. ¿Acaso no es cierto que en Chile las políticas educativas han dedicado gran parte de su quehacer en copiar, adaptar e implantar rumbos pedagógicos que en los hechos no han fortalecido la formación eficaz de los escolares? Las autoridades y los responsables de centros escolares harían bien en examinar sus políticas y verificar que los textos de estudio, las metodologías y todos los recursos docentes no se desvíen de la cordura necesaria para lograr que los alumnos puedan alcanzar, desde una visión antropológica y pedagógica, los fines educacionales.

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