Tras cinco años de investigaciones, un positivo final tuvo el reciente seminario de cierre del proyecto de arándanos que ejecutaron académicos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción en el marco del Programa Tecnológico Fruticultura Zona Centro Sur, de Corfo.
El proyecto dentro de este programa que se inició el año 2017 y finalizó en junio del presente año, fue financiado por Corfo y la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile (Asoex) y fue ejecutado por investigadores de Agronomía UdeC, quienes durante el seminario dieron a conocer los resultados del proyecto presentando un modelo de producción bajo protección climática para nuevas variedades de arándanos.
“Evaluamos distintos materiales de protección combinado con distintas variedades de recambio, considerando que la industria de arándanos en Chile está con problemas de competitividad, razón por la que hay que ir buscando un modelo de producción para las nuevas variedades que se están introduciendo y cuyos frutos son de mejor calibre, más dulces y más firmes, pero hay que protegerlas del clima porque son muy sensibles a condiciones meteorológicas extremas, lo que se ha notado con las olas de calor que hemos tenido los últimos años, y por lo tanto, hay que protegerlas bajo cobertura porque no se adaptan tan fácilmente”, explicó el académico del Departamento de Producción Vegetal de Agronomía UdeC, y director de este proyecto, Dr. Richard Bastías.
Para el desarrollo de este modelo de producción se instalaron dos unidades piloto de una hectárea, una en Linares y otra en Traiguén, facilitadas por las empresas NiceBlue y Biofuturo. “Allí estudiamos cuál era el mejor modelo productivo a futuro, entonces, hicimos un estudio productivo, microclimático, de calidad y condición de la fruta, de postcosecha, de su almacenaje, y manejos sanitarios, de poda, nutricionales y de riego. Lo anterior, a través de un trabajo interdisciplinario en que participaron nuestros académicos: el Dr. Arturo Calderón, quien determinó indicadores para el manejo del riego en estos sistemas; el Dr. Gonzalo Silva, quien hizo estudios de la incidencia de plagas; y también los doctores Bruno Defilippi y Juan Hirzel, del INIA, quienes colaboraron con nosotros en los ámbitos de postcosecha y nutrición, por lo tanto, fue un trabajo completísimo”, destacó el Dr. Richard Bastías, quien centró su investigación en el análisis de microclima y de producción a través de una simulación. “Esto no es algo que se realice mucho en fruticultura, pero hicimos una simulación con todos los datos acumulados, e hicimos la proyección productiva al año 2026, para distintas combinaciones de variedades y materiales de coberturas frente a distintos escenarios climáticos y de precio, incluyendo un análisis económico, lo que es una herramienta relevante para los productores”.
Actual escenario
La industria chilena del arándano se encuentra hoy en un proceso de recambio varietal para recuperar su competitividad, razón por la que este modelo de producción resulta una gran alternativa, aunque su costo sea elevado.
“Podríamos decir que para un productor no es rentable este sistema en el actual escenario, porque es caro utilizar estas tecnologías de cobertura que implican inversiones de 30.000 dólares hacia arriba por hectárea, sin embargo, si se consideran eventos climáticos adversos como una ola de calor, y que les podría significar, un 20% menos de precio, por pérdida de calidad y condición de frutos por exceso de calor, entonces proteger estos huertos con un material de cobertura como la malla, sí renta. Y si consideramos que, con el cambio climático, estas olas de calor continuarán en el futuro, el análisis de simulación muestra que esta tecnología es rentable y se pagaría la inversión”, precisó el Dr. Bastías.
Programa tecnológico
La inversión realizada en este programa, donde participó la Universidad de Concepción, y que fue administrado por la Fundación de Desarrollo Frutícola y Asoex a través del Comité de Arándanos de Chile, y en que participaron también el Consorcio Tecnológico Frutícola, la Pontificia Universidad Católica de Chile y el INIA, fue cercano a los $2.000 millones, que, entre otras cosas, se destinaron a la instalación de las unidades piloto con distintos tipos de cobertura y también de inversión en equipamiento científico tecnológico.
“Estudiamos las coberturas que existen en el mercado con análisis de espectrofotometría. Probamos el plástico de polietileno, la rafia y la malla. Uno de los resultados más relevantes es que con el uso de materiales porosos como la malla, la fruta resiste mejor efectos adversos de olas de calor, permaneciendo por más tiempo con niveles mayores de firmeza en la planta y en la cosecha, que es lo que hoy interesa en el mercado, porque la firmeza tiene un impacto importante en el precio de la fruta”, indicó el experto respecto de la utilización de mallas frente al escenario de cambio climático.
“Cabe destacar que para el éxito de este trabajo investigativo fue muy relevante la participación del Comité de Arándanos de Chile, quienes a través de su director ejecutivo, Andrés Armstrong, y de su gerente técnico, Julia Pinto, permitieron una bajada oportuna de los resultados al sector productivo a través de reuniones técnicas y jornadas de capacitación. También hay que destacar la formación de capital humano avanzado, a través de la incorporación de los profesionales Gustavo Soto y Esteban González, encargados de la ejecución del proyecto en terreno, y de los alumnos de pregrado Patricia Vásquez y Felipe Concha, y de posgrado María Fernanda Matamala y Nataly Hermosilla”, puntualizó el experto.
Los alcances y resultados obtenidos en esta investigación se podrán encontrar en un manual que se publicará, en septiembre de este año, en formato impreso y digital y que quedará disponible para los productores, exportadoras, profesionales, técnicos, investigadores y estudiantes ligados a la industria del arándano y a la fruticultura.