Se ha cumplido un año de la instalación de la Región de Ñuble y, como es de imaginar, hay disímiles evaluaciones. Aunque a ratos la disputa se centró en la contratación de funcionarios para la burocracia regional, y si ha habido un real impacto en el bienestar de las personas a partir de esta nueva condición político-administrativa, lo concreto es que han sido 12 meses muy distintos a los que estábamos acostumbrados.
El rezago de Ñuble ha marcado significativamente las prioridades del debutante gobierno regional, imprimiendo un sentido de urgencia a aspectos básicos como conectividad, agua potable rural, riego y vivienda.
De igual manera, no es posible poner la mirada en el desempeño del gobierno regional sin también, y en forma simultánea, escrutar los avances en materia de ejecución presupuestaria y descentralización intrarregional, donde las flaquezas profesionales de muchos municipios han impedido una mejor focalización de los recursos, pues estos se destinan en función de los proyectos que sean capaces de levantar. Ello explica, por ejemplo, que buena parte del presupuesto regional se haya destinado a transferencias a carteras ministeriales que tienen capacidades para ejecutarlas.
Pero a pesar de esa debilidad, hay varios hechos que han marcado un inicio auspicioso. El primero es un fuerte respaldo del Ejecutivo, traducido en un presupuesto regional robusto, que duplicó lo que el territorio recibía cuando era provincia.
Un segundo hecho, revelador del beneficio de esta nueva autonomía, es la mayor participación local en la toma de decisiones que atañen directamente a la región, como es la decisión sobre cómo y dónde invertir los recursos provenientes del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), lo mismo que las evaluaciones y autorizaciones ambientales de proyectos de inversión, donde también se aprecia un positivo involucramiento ciudadano.
Otro hecho a considerar es la instalación de 90 servicios públicos, de los cuales gran parte no tenía presencia en la región. Ello ha permitido que muchos trámites que debían realizarse en Concepción, se hagan ahora en Chillán, como también mayores posibilidades de avanzar en equidad territorial, ya que el acceso a fondos y programas hoy se distribuyen solo dentro de las veintiún comunas (no entre 54 como antes), generándose una mayor intensidad de la relación del aparato público con las comunidades y una gestión más cercana a la realidad cotidiana de ciudadanos y sus organizaciones.
Como en todo balance, también hay aspectos deficitarios que no pueden desconocerse y que constituyen los grandes desafíos de la región, partiendo por el desempleo que nos tiene liderando los indicadores a nivel país, la ruralidad postergada, la débil atracción de inversiones y la fuga del capital humano más calificado.
Debemos entender que no todos los problemas de Ñuble se resuelven siendo región y menos en un año, pero sin duda estos primeros 12 meses de vida independiente han insinuado que se puede avanzar más y mejor en equidad, inversión pública y participación local en decisiones que afectan al territorio y a sus habitantes.