Señor Director:
Hoy, 12 de agosto, se celebra un aniversario más del nacimiento de Juan Schleyer. Y, por enésima vez, recibirá de parte del municipio y amigotes oportunistas la deshonra, y nuestra familia tendrá la certeza de que esa donación fue el error más grande que se pudo hacer.
Desde el año 2004 que los descendientes de Juan Schleyer estamos insistiendo en forma permanente y reiterada, para que el municipio de Chillán se haga cargo de la construcción del parque Schleyer, a lo que el alcalde de la época se comprometió, y dejó dentro de las obligaciones de quienes le sucedieran. Las escrituras especificaban que dichas nueve hectáreas solo podían utilizarse para dicho parque, de lo contrario debían devolverse a la familia.
Esta palabra, de mucho rango y pomposidad entonces, fue perdiendo la honra en varios de los siguientes alcaldes, siendo manoseada y utilizada para campañas políticas y partidistas, pagando votos a costa de favores, vendiendo el alma de los chillanejos al mismo diablo, quitándole la única gran oportunidad de disfrutar de dicha área verde.
Han repartido las tierras del parque, una de las herencias más extraordinarias recibidas por Chillán, entre pájaros del mismo plumaje, depredadores de sueños, de mirada corta, centrados en saciar su hambre de honores y triunfos, incapaces de ver más allá de sus ombligos.
Hemos esperado que la cordura asome en estos señores representantes de las voluntades de los chillanejos. Sin embargo, ha sido en vano. La tierra se viste de negro, con epígrafes que dicen “aquí yace el Cesfam, la cancha de fútbol, las cinco torres, tres poblaciones, el estadio, la Media Luna, etc”. Todos en tierras del parque. Y hoy, con la ya eternizada discusión de la Media Luna, donde se construiría el parque en una tercera etapa, ¿qué otra triquiñuela nos sorprenderá? ¿Qué quieren realmente los chillanejos? ¿El parque Schleyer, un polideportivo, un centro de sauna y masajes?
Y luego, como escuchamos en el último Concejo, desean quitar más tierras para construir estacionamientos, donde nunca antes se debió construir nada. Basta ya, no más robos disimulados de buenas obras. Aquí, gánense sus logros con sus propias uñas, no desgarrando lo poco y nada que han dejado de su voraz comilona.
El parque Schleyer está vivo, y no se olviden señores alcaldes de todos los tiempos, la deuda existe y deberán saldarla. Ya sea en tierras construidas en el parque o en una millonada de pesos, imposible de pagar, que arruinará al municipio.
Sonia Jungjohann Ribbeck