Los escasos datos oficiales de endeudamiento en Ñuble ubican a la región en torno al promedio del país, sin embargo, según los expertos consultados por este diario, la mayor preocupación radica en la morosidad asociada a ese endeudamiento, que sería bastante más fuerte y dramática en sus efectos sociales, pues somos la segunda región más pobre de Chile.
La última Encuesta Financiera de Hogares (EFH) del Banco Central reveló que el sobreendeudamiento se concentra en las familias pertenecientes a los deciles de ingresos más bajos, y con mayor número de integrantes. Además, este problema es mayor en hogares cuyo jefe de hogar tiene menos años de educación, y junto a ello hay diferencias de género, siendo más desfavorables para el caso de hogares cuya jefa es mujer.
Se suma a lo anterior los bajos salarios como un factor de sobreendeudamiento en los sectores más vulnerables. Si estimamos un presupuesto estándar para una familia donde uno de los integrantes recibe solo el sueldo mínimo, los gastos son mayores a aquel ingreso y ese diferencial es cargado al crédito. Es la llamada deuda de subsistencia que sufren millones de chilenos.
Esto es coherente con los datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) del INE, que indica que en los quintiles de ingreso más bajos, las familias en promedio gastan más de lo que perciben. Sin embargo, no basta solo con solucionar el tema de los salarios, esto tiene que ir acompañado de políticas que incentiven una mejor conducta financiera en la población.
Y es que si bien la morosidad se asocia a la cesantía o a eventos que llevan a la cesación de pagos, el principal factor radica en el comportamiento de consumo, donde la llamada “bicicleta financiera” se usa indiscriminadamente para alentar un ciclo que no solo es injusto y gravoso -pues pactan a muchas cuotas y se les aplica la tasa máxima convencional- sino que es muy frágil y hace crisis ante imprevistos como es la pérdida del trabajo.
La falta de educación financiera es también un factor que facilitar los cobros abusivos y modificaciones de contrato unilaterales. De hecho, ha sido precisamente esta ignorancia de los consumidores la que han sabido aprovechar instituciones financieras que aplican intereses que resultan escandalosos.
La educación en este ámbito, entonces, resulta clave si se quiere superar este problema, y es al Estado a quien corresponde la misión de entregar esta educación, desde los primeros años de enseñanza.
Lamentablemente, está al debe, pues sus políticas han apuntado a grupos limitados de personas, pese a que en todo el mundo desarrollado es un tema que se aborda de carácter más transversal y estructural. De hecho, no ha sido capaz de instalar la educación financiera en el sistema escolar, pese a que la modificación curricular ya está aprobada, mientras que de forma paralela, el mismo Estado ha llevado a cabo una política de inclusión financiera, que no es más que la bancarización de los sectores vulnerables.
Dado que es en los segmentos de menores ingresos donde se observa menor educación financiera, urge entonces acompañar el desarrollo de estas políticas de bancarización con una adecuada educación; de lo contrario, lo único que se logrará será incrementar el sobreendeudamiento de manera irresponsable.