Hay amplio consenso en que la Región debe considerar el comercio exterior como un eje fundamental de su economía, dada la alta dependencia de las exportaciones, principalmente forestales y agrícolas.
No obstante lo anterior, el primer desafío es la diversificación de esa oferta exportable, pues desde hace tres décadas que los principales envíos de esta zona corresponden al sector forestal y por lo mismo hay una fuerte dependencia del comportamiento que tengan los envíos forestales.
En tal sentido, lo ocurrido este año debería preocuparnos, pues el retroceso en materia de exportaciones que sufre la región se debe en gran medida a la caída de los envíos forestales.
Según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) del Ministerio de Agricultura, entre enero y noviembre de 2022, las exportaciones de productos silvoagropecuarios de Ñuble totalizaron 1.012 millones de dólares, lo que representa una disminución de 25,2% en comparación con igual periodo de 2021.
Ello, en contraste con lo registrado a nivel nacional, que, en promedio, exhibió un crecimiento de 5,9% en el mismo periodo, totalizando US$16.945 millones. De hecho, fueron seis las regiones que muestran una caída: Atacama con -2,7%; Maule con -1,3%, La Araucanía con -3,1%, Los Ríos con -21,9% y Ñuble, con -25,2%, el segundo descenso más pronunciado después de Coquimbo, con -27,0%.
Al analizar por sectores se observa que la mayor incidencia en este comportamiento está dada por los envíos forestales, que sumaron US$683,2 millones en enero-noviembre de 2022, lo que representó una contracción de 33,4% respecto a igual periodo de 2021.
Es por lo anterior que hay un amplio consenso en la necesidad de ampliar la base productiva de la región y, en consecuencia, la canasta exportadora, ya que la mayor parte de los embarques del sector silvoagropecuario corresponde a commodities, es decir celulosa, madera aserrada, fruta fresca y congelada, que no suponen una agregación de valor importante, y sus precios son altamente vulnerables al comportamiento de los mercados externos, como ha quedado demostrado los últimos tres años.
De ahí la necesidad de agregar valor a la producción local, tal como se observa en la agroindustria, en la industria láctea, en la industria semillera y en los alimentos gourmet.
Es importante comprender que la agregación de valor no solo constituye una suerte de seguro frente a las fluctuaciones de precios de los commodities, sino que también conlleva un desarrollo económico importante para toda la cadena que está detrás.
La diferenciación a partir de la agregación de valor es la mejor forma de capear tormentas, puesto que al “descomoditizar” la producción se logran precios más altos y menos vulnerables frente a las crisis, cada vez más comunes en el comercio internacional.
Además, el impacto económico y social que supone la agregación de valor, por la vía de la generación de empleos y riqueza, constituye un argumento más que suficiente para que la región dé este paso.