Señor Director:
De la actividad política subyacen diferentes análisis que creo prudente y necesario producir, hoy estimulado por la noticia de que otro edil de la región queda privado de libertad por la ya conocida causa de las “cuentas corrientes”.
La justicia, en tal sentido, debe desarrollar su trabajo y en eso no quiero ahondar, sino más bien quiero adentrarme en la tesis de que, si bien es cierto que la mayoría de los políticos tienen estudios formales, muchos de ellos provenientes de “buenas familias”, una incuestionable capacidad de actividad sináptica y muchos otros factores que, en el papel, debieran situarlo como personas capaces, la mayoría sufre un fenómeno que los antiguos griegos llamaban Amathia.
Este concepto hace referencia a personas que, producto de una serie de factores (principalmente familiares y emocionales), son presas de la ignorancia más peligrosa. No se trata de alguien que por diferentes razones no tenga conocimiento (del griego Agnoia); Ésto es más complejo. Amathia es lo opuesto a sabiduría, una especie de desconocimiento de cómo tratar con los otros seres humanos y tiene como resultado acciones terribles perpetradas por personas que en otros aspectos son perfectamente funcionales e inteligentes. En otras palabras, disociación de la realidad junto con una preocupante carencia de razonar en aspectos cruciales de la vida, cegados, motivados y movilizados solo por la pasión.
Este cuadro conflictivo es conocido en psicología como disociación cognitiva y qué mejor que un ejemplo para comprender mejor: Como estos seres humanos no soportan estar conscientemente equivocados (afectados por la Amathia), acabarán respaldando cualquier teoría que les encaje, por absurda que resulte a ojos de todos, para así eliminar la disonancia. ¿Les resulta conocido? En tiempos de elecciones, cuidado con el perfil de políticos que estamos levantando y eligiendo.
Alex Martínez del Campo
Odontólogo