Tal como sucede con los huracanes estamos en el ojo de uno de ellos, es decir, estamos peligrosamente expuestos en una situación de la que no sabemos cómo vamos a salir. Ayer, el informe de Ministerio de Salud terminó por confirmar lo que todos temíamos: la re-aceleración de la pandemia con indicadores de contagio al alza. De hecho, en las últimas 24 horas la región registró 395 casos nuevos de covid-19, la mayor cifra desde el inicio de la crisis sanitaria, hace casi 2 años. No obstante, hay un camino para avanzar y es el autocuidado y la vacunación, pues ya pasó el tiempo de las cuarentenas y paralizaciones de la economía mes por medio, cuyas consecuencias resultaron ser peores que la misma enfermedad de la cual buscamos alejarnos.
El asunto es que esta reaceleración de la pandemia a causa de la variante ómicron, con su altísima capacidad de contagio, reta en esta oportunidad no solo al sistema sanitario, sino a los sistemas de producción y, por supuesto, a la comunidad en general, en un contexto de reactivación económica y vacaciones de verano.
El ascenso casi vertical e inédito hacia un nuevo peak, que ya superó el martes pasado en la cifra de contagios diarios a las dos (o tres) oleadas anteriores, puede poner contra la pared la capacidad hospitalaria en áreas distintas a las unidades de cuidados intensivos, en razón de que si bien esta variante es menos mortal, la proporción de afectados que requieren atención básica e intermedia podría llegar a ser tan abultada que desplazaría incluso a personas que por otras causas necesitan atención. De ahí que las medidas que se tomen para evitar estos desenlaces deban ser, además de pertinentes desde el plano sanitario, lo suficientemente armónicas con la situación de un país que considera superadas las cuarentenas.
Los cuatro encierros obligatorios que tuvo Chillán en 2020-2021 lograron contener el espiral de contagios, pero igualmente demostraron que son un instrumento muy costoso, ya que hundieron la actividad económica local y destruyeron miles de puestos de trabajo. En consecuencia, hay que espantar el fantasma de la cuarentena, dado que esta medida de corte extremo ya perdió su efecto y producirá más daño emocional y social, sobre todo en esta etapa del año.
Cuando los protocolos poco a poco se dejan de aplicar bajo premisas de falsa seguridad, como ha ocurrido aquí y en todo el mundo, siempre existirá la posibilidad de un confinamiento total, pero es claro que ésta se reduce en la medida que mejore el comportamiento de la población y el rigor de las autoridades para facilitar y hacer cumplir las únicas acciones que hasta ahora han sido exitosas contra el virus: la vacunación, el uso correcto y masivo de mascarillas, la distancia física, el lavado de manos, evitar las reuniones y aglomeraciones, y pesquisar a los contagiados que no experimentan síntomas.
Este es precisamente el momento en que el gobierno regional y la autoridad sanitaria, los municipios, los ciudadanos, las empresas y todos los actores sociales, deben estar más sincronizados que nunca en sus respuestas. No hay nada que inventar, solo insistir por todos los medios y de todas las formas en que el respeto riguroso de las medidas de prevención, y la responsabilidad colectiva, son lo único que diluye la posibilidad de pasar encerrados lo que queda de este caluroso verano.