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Luego del congelamiento de las tarifas eléctricas durante los últimos cinco años, el lunes comenzó a regir el alza en las cuentas de la luz, un proceso gradual que se extenderá hasta el 2026.
Según las estimaciones del Ministerio de Energía, teniendo en cuenta, además, la entrada en vigencia de la Ley 21.667 de Estabilización de Tarifas Eléctricas, los incrementos para los clientes regulados en Ñuble variarán entre 7% y 21% en julio de 2024, dependiendo del consumo de los hogares. En tanto, en octubre se registrarán alzas en las cuentas finales que irán desde 26% a 33%, respecto a las tarifas actuales.
El impacto de esta medida decretada en la administración de Piñera, abrió un debate con dos caras: una mañosa, con información falsa para sacar provecho político, y otra técnica, con propuestas bien intencionadas del oficialismo y de la oposición que buscan mitigar su impacto y ampliar el subsidio a las familias más vulnerables que ha dispuesto el Gobierno.
La discusión para enfrentar esta coyuntura aparentemente va por el camino correcto, sin embargo, no estará completa si no se incluye también el concepto de eficiencia energética.
En esta materia, como en muchas otras, la experiencia internacional puede ser muy aleccionadora para orientar los esfuerzos que se necesitan realizar en nuestro país. En California, por ejemplo, se inició en 1975 un plan de eficiencia energética orientado a reducir la peligrosa curva de consumo de sus habitantes y el alto precio de la energía, basado en educación ciudadana y normativas de eficiencia para electrodomésticos. En casi 50 años de aplicación, el fondo ha evitado generar 400 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, equivalentes a retirar 36 millones de autos de circulación y ha ayudado a los usuarios a ahorrar más de 418 TWh, sin bajar un ápice su nivel de vida.
Otro caso que nos debería llamar la atención es el danés, ya que ellos con un 20% de participación de energías renovables en su matriz energética, tienen el indicador de intensidad energética más bajo en Europa y a su vez, un desarrollo económico y social destacable. Para los daneses, el alto costo energético no ha sido un freno para el desarrollo, sino que los ha obligado a ser mucho más eficientes con el recurso.
La eficiencia energética nos obliga a realizar operaciones matemáticas más complejas y a ver implicancias no obvias para detectar su real beneficio. Así, la instalación de las ampolletas led, por ejemplo, han significado una mayor inversión, pero un gasto anual menor; en otras palabras, el beneficio inmediato es mayor para la solución más barata o simple, pero el beneficio total es mucho mayor para la solución más cara o difícil.
Siendo justos, el aumento del precio no es el único requisito para despertar el interés por la eficiencia energética. La abundancia en el acceso a la información y estándares claros que regulen la calidad de los aparatos y dispositivos eléctricos son también condiciones importantes para reducir los consumos superfluos y enfrentar este duro golpe al bolsillo de las familias chilenas.