Sin duda que la crisis económica post pandemia ha afectado gravemente el empleo, pero particularmente ha incidido en el trabajo femenino. Basta ver la tasa de desocupación femenina informada por el INE para el trimestre febrero-abril de 2023, que alcanzó un alarmante 13,3% en la región de Ñuble, un guarismo que no se registraba desde el trimestre mayo-julio de 2020 (13,5%), en los peores meses de la emergencia sanitaria mundial por el covid-19.
La tasa femenina (13,3%) es muy superior al 9,4% que promedió la región y con una amplia brecha respecto del desempleo en hombres, que alcanzó un 6,6%. El informe de empleo publicado la semana pasada también revela que la tasa de desocupación en mujeres se incrementó en 3,9 puntos porcentuales respecto al mismo trimestre de 2022. En otras palabras, en 12 meses las desempleadas aumentaron un 49%.
Significa, a no dudarlo, un fuerte retroceso en los avances que la región había logrado en su participación en el mercado laboral y que va a requerir una mayor proactividad de la política pública. De hecho, cualquier estrategia para reactivar la creación y protección de empleos en Ñuble debe incorporar un enfoque de género, pues el alza en la tasa de desocupación femenina se ha comportado de forma contraria a otros ciclos negativos del empleo, donde las mujeres -a fin de contribuir con ingresos para sus hogares- incrementaban su participación en el mercado laboral cuando aumentaba el desempleo masculino.
Desde el Observatorio Laboral del Sence de Ñuble concluyen que “el aumento de la tasa de desocupación femenina se debe a que más mujeres entraron al mercado laboral, pero no encontraron trabajo. Esto redujo el número de mujeres inactivas y aumentó el de mujeres desocupadas. Esta situación genera desánimo y frustración entre las mujeres que buscan empleo, y agrava la brecha de género en términos económicos y sociales, afectando el bienestar de las familias y se reduce el consumo, lo que repercute en sectores como el mercado de crédito, que podría beneficiarse de la buena conducta de pago de las mujeres”.
Crear nuevos puestos de trabajo es un reto monumental, especialmente si la capacidad adquisitiva de la gente va en declive. Ni qué hablar si se trata de empleos de calidad, en una región con índices de informalidad que superan por lejos al resto del país.
Por eso si se quiere recuperar el empleo femenino, es prioritario asegurar mayor participación a las mujeres en sectores dinamizadores de la economía, como también medidas de atención inmediata a la pérdida de ingresos.
No hay que olvidar que en muchos casos el emprendimiento femenino en nuestro país no es por oportunidad sino por necesidad para aumentar ingresos, de modo que la destrucción de empleos femeninos y el retroceso del ingreso de los hogares revive el fantasma de la pobreza, convirtiéndose en una tremenda amenaza, pues la pobreza va enlazada con inseguridad, malestar social y pérdida de impulso en reformas urgentes que debe impulsar el actual gobierno y que requieren no solo recursos financieros, sino también confianza en las instituciones.