En los últimos 14 meses, los chilenos han percibido que su sueldo se hizo más pequeño frente a las alzas sostenidas de los precios de numerosos bienes esenciales, como los alimentos.
La pandemia ha sido un factor determinante, pues ha afectado el normal funcionamiento de todas las cadenas de valor, desde la producción hasta la logística y la comercialización. Y muy relacionado con lo anterior, el comportamiento de los precios internacionales de aquellos productos en que Chile es un importador neto, y por lo tanto, tomador de precios, como los cereales, las legumbres, la carne y la leche, entre otros.
Otro factor, más acotado, han sido los retiros de los fondos de pensiones y las transferencias del Estado, que han incrementado la base monetaria. Y si bien no existen elementos objetivos que lo confirmen, no se puede descartar que la acción de especuladores haya tenido incidencia también.
Según la última entrega del IPC, en abril la inflación de 12 meses acumulaba un alza de 3,3%, sin embargo, la “señora Juanita” sabe perfectamente que las cosas se han encarecido mucho más. Y no se trata de cuestionar la validez del IPC, sino que se debe considerar que éste constituye solo una media ponderada de los más de 500 bienes y servicios que componen la canasta.
En ese sentido, conviene observar el comportamiento de algunas divisiones específicas en las que los hogares de menos ingresos y de gran parte de la clase media destinan un mayor porcentaje de su presupuesto, por ejemplo, los alimentos, cuyos precios crecieron 5,0% promedio en 12 meses.
Al revisar las alzas por producto, destacan: frutas (7,9%), hortalizas (8,8%), arroz (3,8%), café (6,7%), carne de vacuno (10,7%), pescados (7,8%), carne de cerdo (12,0%), yogur y postres lácteos (5,3%) y tubérculos (11,5%).
Por ello, en el escenario de crisis con alto desempleo, en que además, los chilenos han perdido poder adquisitivo y han debido aumentar sus gastos, han surgido algunos planteamientos desde el mundo político que, entre otras medidas, plantean rebajar el IVA a los bienes esenciales, establecer sistemas de control de precios de estos productos y aumentar el sueldo mínimo más que el 3,2% que propone el Gobierno.
Lamentablemente, aún no se han escuchado medidas que aborden la alta exposición de Chile a las fluctuaciones de precios internacionales de los alimentos, derivada de su gran dependencia de las importaciones, lo que resulta paradójico para un país que se presenta como potencia agroalimentaria. De hecho, los habitantes de Ñuble, región agrícola por excelencia, deben pagar más de 2 mil pesos por un kilogramo de lentejas, que son importadas de Canadá, porque en las últimas décadas la apertura comercial del país ha diezmado a los rubros menos competitivos del agro, como los cultivos tradicionales que antes dominaban el paisaje local, y como consecuencia, hoy Chile debe importar el 90% de las lentejas que consume.
La pandemia también ha revelado una gran tarea por delante: avanzar en materia de soberanía alimentaria, apoyando y fortaleciendo aquellos sectores tradicionales de la agricultura, para los cuales el modelo de libre comercio no ha sido sinónimo de éxito.