No verán la sonrisa de la profesora que los espera, ni la de sus compañeros, pero aun así, el regreso a clases provoca alborozo entre decenas de niños que aguardan frente a una escuela en París su reapertura tras seis meses de cierre.
“¡Nos hizo mucha falta! Los amigos, las clases… ¡hasta los profesores!”, señala Anaïd, de 13 años, con los ojos brillantes y la nariz y boca cubiertas por una mascarilla, obligatoria para los alumnos mayores de 11 años durante toda la jornada escolar, salvo a la hora del comedor.
La “nueva normalidad” no le preocupa mucho. “Sí, es un poco incómodo llevar la mascarilla, pero así no corremos riesgos”, dice, mientras saluda a sus amigas con un golpe de codo o un apretón de pies. A muchas no las había visto desde mediados de marzo, cuando el gobierno ordenó el cierre de las escuelas en todo el país.
Frente a la escuela Saint-Merri Renard, a dos pasos de la catedral Notre Dame de París, los niños van llegando a cuentagotas, bajo un sol radiante. Los más pequeños llegan acompañados de sus padres, aliviados de ver a sus retoños regresar a las aulas tras meses lidiando entre el trabajo y la escuela a distancia.
Para evitar aglomeraciones, la dirección escalonó el horario de ingreso de sus 500 alumnos. Los más grandes comenzaron a llegar a las 08H50 y los más pequeños después de las 09H20. Al cruzar la puerta, todos debían lavarse las manos, un gesto que deberán repetir varias veces al día.
Dentro, se colocaron flechas adhesivas de circulación en el suelo, en varios colores, para evitar los cruces. “Tuvieron pocos días y pocos medios para adaptar los protocolos, pero me parece que han hecho un buen trabajo, sobre todo para tranquilizar a los padres”, estima Diane, madre de dos niños de 7 y 9 años.
“Nuestra prioridad absoluta”
Tras casi seis meses de cierre, más de 12 millones de niños volvieron a clases presenciales este martes en Francia, una prioridad para el gobierno francés, que busca mitigar las desigualdades educativas que se plasmaron durante los meses de confinamiento y las clases a distancia.
“Debemos seguir viviendo. Hoy, la juventud debe ser nuestra prioridad absoluta”, declaró el lunes el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, que prometió que el regreso a clases será “lo más normal posible”.
Pese a las risas que vuelven a inundar los patios de las escuelas y a la alegría que se adivina a través de los gestos de los niños, se respira cierta inquietud. Más aún con la multiplicación de rebrotes que se contabilizan en todo el país desde hace unas semanas y que hacen temer una segunda ola de coronavirus, que ya mató a más de 30.000 personas desde inicios de marzo.
Véronique Temais, madre de una niña de 13 años, hubiera preferido que se postergue el regreso a clases. “El virus sigue fuerte, todavía no está erradicado”, dice esta mujer de 41 años, que teme que su hija se enferme o que traiga el virus a casa. “Tengo un bebé de 18 meses”, cuenta, preocupada.
Otros padres de familia comparten su preocupación. “Aparte de las mascarillas, que es obligatoria para los mayores de once años, hay pocas medidas para evitar los contagios”, estima Mohamed Hjibe, de 44 años. “En mi opinión volveremos a estar confinados en octubre o noviembre”, suspira.
Las autoridades no excluyen que algunos establecimientos deban cerrar en las próximas semanas, en caso de que se detecten contagios de covid-19. “Forzosamente es algo que sucederá, pero no por debemos considerarlo como un fracaso”, subrayó Jean-Michel Blanquer.