Señor Director:
Acaba de producirse en Iquique un episodio que es un muy mal augurio de lo que puede ocurrir en varias ciudades del país: la reacción violenta frente a una inmigración descontrolada y abrumadora.
Como se sabe millones de venezolanos huyen en caravanas desgarradoras por los caminos de América Latina en busca de pan y libertad, de una vida digna que les niega la Dictadura de Maduro. Se les agotó la paciencia con las promesas de la sociedad igualitaria que sólo trajo la igualdad en la pobreza entre los de abajo y los privilegios de los de arriba. Huyen del socialismo para venir a vivir en el capitalismo neoliberal que algunos maldicen con la boca llena.
Esta fuga del paraíso se comprende pero es imposible no reconocer que ninguna sociedad puede resistir una emigración ilimitada. En Iquique ha estallado la primera protesta contra una política irresponsable que está colapsando la vida normal de muchas ciudades chilenas. La reacción de los iquiqueños ha sido brutal: fuego a los inmigrantes y maldiciones que parten el alma cuando la recibe gente que viene a Chile con la ilusión de trabajar y reconstruir sus vidas.
Con razón muchas voces han condenado la quemazón de sus carpas y pertenencias. Desde luego que estas reacciones pueden entenderse, pero no se comparten en una sociedad civilizada.
Sin embargo, llama la atención que unas cuantas voces que condenan estas llamas, guarden silencio cuando extremistas queman iglesias, escuelas, viviendas, cabañas, maquinaria agrícola, camiones e incluso seres humanos en la Araucanía. Toda violencia es inaceptable en una sociedad civilizada, por lo mismo, es muy lamentable que los que guardan silencio ante las llamas contra chilenos en la Araucanía hagan lloriqueos hipócritas frente a lo ocurrido en Iquique.
Alejandro Witker
Historiador