Señor Director:
Ayer viernes falleció el Dr. Alejandro Escobar Zambrano, destacado cirujano maxilofacial e hincha furibundo de Ñublense. Su padre, José Escobar, fue futbolista de los diablos rojos en la década de 1940 y acompañándolo a las polvorientas canchas de la época se enamoró de este club. Durante su vida fue dirigente, pero su pasión lo llevó a querer entrar a la cancha con los rojos. Como el talento con la pelota no era lo suyo, se las ingenió y estudió medicina para ser a inicios de la década del ‘70 el médico del club que ingresara con el plantel a la cancha.
Hasta sus últimos días vivió pendiente del acontecer de Ñublense, preocupado por los últimos hechos que terminaron con la salida de Jaime García de la banca diabla, pero también vivió con alegría nuestro mayor éxito deportivo: ser vicecampeón de primera división, jugar Copa Libertadores y pelear los octavos de final de la Copa Sudamericana.
Fue durante toda su vida, hasta los últimos días de su vida, permanente escritor de cartas al director de este diario. En los ‘70 firmaba con el seudónimo Alesco. Siempre me hablaba de la carta que escribió cuando falleció Nelson Oyarzún: “Nelson y las rosas”, se llamaba.
En estas líneas quiero homenajear su memoria, como médico, pero sobre todo como dirigente e hincha de Ñublense, aquel hincha que disfrutaba los triunfos actuales, pero que añoraba el pasado glorioso de un club deportivo y social, que soñaba con una sede para los hinchas de Ñublense donde los socios se pudieran encontrar, comer empanadas, comentar el partido, pasar las penas de la derrota o celebrar los esquivos triunfos, reunirse a jugar algún deporte o juego de mesa, en fin, tener vida de club. Hasta siempre, “Alejandro y las rosas”.
Danilo Mora Godoy
Profesor de historia