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Con frecuencia tenemos que lamentar las elevadas cifras de víctimas causadas por accidentes de tránsito en calles y rutas de la región, en las que el consumo de bebidas alcohólicas ha sido una de las causas determinantes. De hecho, según estudios realizados por Carabineros, Ñuble está entre los primeros lugares del país en materia de fallecidos por siniestros viales.
Y un alto porcentaje de las causas de esos accidentes se explica por el consumo de alcohol por los automovilistas, que en buena medida son jóvenes. El alcohol es uno de los factores de riesgo que mayor presencia tiene en los accidentes de tránsito. Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud reveló que un conductor que bebe antes de conducir tiene 17 veces más riesgo de tener un accidente fatal.
A nivel local, hechos recientes también nos confirman la débil conciencia de los conductores. Los informes policiales confirman que los jóvenes son los más propensos a conducir bajo efectos del alcohol y son el segmento que concentra el mayor número de detenidos.
El fenómeno de esta desobediencia ha sido abordado por diferentes especialistas de la sociología y sicología, que en sus causas encuentra un preocupante desprecio por la vida y deficientes estrategias para concientizar a la población.
Un estudio de la Conaset entre estudiantes de enseñanza media se encontró con una respuesta tan común como desalentadora. “Si total no pasa nada”, contestaron los jóvenes cuando se les recomienda que no beban si conducen. Otro dato inquietante es que los jóvenes encuestados indicaron que se alientan entre sí para reducir las resistencias de algunos a tomar, de modo que es el contagio emocional entre pares, muchas veces débiles a la presión social, el que también los incentiva incluso a parecer lo que no son, para no sentirse excluidos.
Los especialistas coinciden en la severidad del problema, asociado a múltiples factores, como la tolerancia de los padres, los estímulos consumistas y engañosos de cierta publicidad y la insuficiencia de campañas efectivas de prevención. En esa cuestión, afirman, afloran dos tipos de conducta en los mayores: por una parte, que los padres toman el consumo de alcohol de los hijos como una diversión y le restan gravedad banalizando la situación.
Por otra, en el marco del debilitamiento general del principio de autoridad y del permisivismo reinante, pareciera que está mal visto prohibir o imponer normas para su cumplimiento. Sin embargo, los jóvenes necesitan y esperan que, desde el afecto, los mayores les marquen estos límites para que su salud y bienestar no se vean afectados.
Hay recomendaciones que deben repetirse hasta el cansancio desde el campo educativo, incluso desde el nivel preescolar, para que la sociedad toda, y de manera especial los jóvenes, entiendan que las bebidas alcohólicas están asociadas a los buenos momentos de la vida, y que por el contrario, su consumo al volante lleva, tarde o temprano, a la muerte.