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Nadie podría cuestionar que, a diferencia de hace una década, hoy la ciudadanía es más activa, más crítica y demandante respecto del estado de su entorno, y de sus efectos en la calidad de vida. Los resultados de diferentes encuestas y estudios de opinión, así lo confirman, como también que una de las principales preocupaciones de los consultados en las diferentes comunas de la región es la saturación del ambiente respirable.
La contaminación por uso de leña -que en Ñuble se extiende de mayo a septiembre- no solo afecta a Chillán y Chillán Viejo, que son lugares críticos porque concentran mayor población, lo que es ratificado por un sistema de monitoreo de calidad del aire; existen otras comunas de Ñuble que presentan elevados niveles de saturación, que incluso podrían ser mayores a los de la capital regional, pero no cuentan con equipos de medición, lo que ha terminado invisibilizando el problema y postergándolas en el acceso a una política pública que proteja a su población.
Es cosa de escuchar a sus vecinos, autoridades y profesionales de la salud para confirmar que en Coelemu, Quirihue, Bulnes y San Carlos, los niveles de polución por las emisiones que produce la combustión de biomasa, son altísimos y se ven alentados por una “cultura de la leña” y la ausencia de medidas que enfrenten el problema.
En esas ciudades la informalidad en la comercialización del combustible es moneda corriente, mientras que la fiscalización de emisiones y multas, prácticamente brillan por su ausencia.
El problema, tal como ocurre también en Chillán es sistémico y se retroalimenta con la falta de conciencia de la ciudadanía por utilizar leña certificada, seca y de calidad.
No obstante, siendo relevante el aporte que se pueda hacer desde el nivel comunitario para disminuir la contaminación, se requiere que la autoridad ambiental asuma su responsabilidad en este cuadro y propicie una mayor atención sobre estas ciudades y sus más de 150 mil habitantes.
Hace 5 años se dotó de un instrumento de medición a San Carlos y se han hecho mediciones esporádicas en Bulnes y Coihueco, pero en general hay muy poca información para orientar un trabajo de prevención y fiscalización de acuerdo a la realidad de cada comuna. Contar con más y mejor información es necesario para abrir expectativas de una prevención y control más eficientes, como también mayores niveles de conciencia en la ciudadanía.
Cumplido el primer tiempo de esta administración, la autoridad ambiental regional tiene que comenzar a mostrar resultados en las dos grandes tareas que tiene en esta materia: evaluar y definir la continuidad del PPDA de Chillán y Chillán Viejo y entregar una propuesta concreta para otras comunas de la región, igualmente amenazadas por el que cada invierno es el enemigo público número uno de la salud de los ñublesinos y ñublensinas.
Ambas tareas no pueden dejar de cumplirse. Ya pasó el tiempo que se necesita para tener buenos diagnósticos. Es hora de conocer propuestas concretas para dar respuesta efectiva a un amplio sector de nuestra población que cada invierno se ve expuesto a respirar una atmósfera envenenada.