Los efectos que se proyecta tendrá el cambio climático en el planeta, principalmente en la agricultura, plantean el desafío de tomar medidas tendientes a la adaptación. Y es que más allá de los esfuerzos de los gobiernos del mundo por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, además de otras medidas que buscan frenar el calentamiento global, lo cierto es que el cambio climático es una realidad que está a la vuelta de la esquina, razón por la que además de reducir la contaminación, también es importante comenzar a implementar las medidas que permitan convivir con este cambio en la medida de lo posible, o mejor dicho, en la medida que la supervivencia lo permita.
Según la información científica disponible, en países como Chile los principales efectos serán el aumento de la temperatura promedio, lo que además de afectar a numerosas especies y modificar el paisaje, también reducirá el área de la zona andina capaz de almacenar nieve y aumentará la incidencia de plagas y enfermedades.
Respecto de los cultivos, se anticipa una reducción de los rendimientos en la zona central en especies como trigo, maíz, papa y remolacha, la reducción de las praderas y el desplazamiento de frutales y otras especies hacia el sur, debido a la mayor disponibilidad de agua y a temperaturas favorables.
Estos cambios, que para algunos pudiesen significar una oportunidad, debido al desplazamiento de ciertos cultivos desde la zona norte y centro-norte hacia el sur, también representan un desafío para los agricultores y para el Estado, principalmente debido a la necesidad de adecuar la institucionalidad para cubrir los riesgos frente a eventos climáticos adversos, adoptar los sistemas de alerta y control de plagas y enfermedades, potenciar los programas de recuperación de suelos, desarrollar indicadores de productividad y sustentabilidad, mejorar la capacitación de los agricultores y facilitar el acceso a financiamiento para implementar los cambios y potenciar la investigación para el desarrollo de nuevas variedades y especies resistentes a las altas temperaturas.
Este esfuerzo y esta planificación, no obstante, serán inútiles si no existe el compromiso de todos los actores por implementar las medidas en las que les cabe responsabilidad, lo que requerirá en el caso del sector público de fuertes inversiones que dicen relación con aumentar la infraestructura de riego y acumulación de agua.
En ese sentido, la actual indefinición del Ministerio de Obras Públicas sobre el embalse Punilla no hace más que alentar las dudas sobre su construcción, y por lo mismo es fundamental que esa cartera ilumine los aspectos aún oscuros del emblemático proyecto, a fin de otorgar seguridad a los regantes y a la ciudadanía, pues se trata de una obra clave para el agro de Ñuble y frente a la cual las señales de alerta, los debates, críticas y emplazamientos a la autoridad para que transparente la información y aclare dudas, nunca serán extemporáneos.