Señor Director:
Con sobrada razón, se ha reconocido el notable trabajo realizado por los trabajadores de la salud, desde el ministro hasta el último escalón durante la pandemia, también se han reconocido los aportes de Carabineros, PDI, Fuerzas Armadas, Bomberos, trabajadores del aseo y hasta de los panaderos; todos han trabajado cara a cara con el microbio sin pedir condiciones especiales como los trabajadores del Estado y, no digamos los profesores.
Pero nadie ha reparado que en medio de la tormenta no ha faltado el alimento que producen los agricultores y trabajadores del campo. No ha faltado el grano, la carne, la fruta ni las verduras y, todos estos bocados no han caído del cielo, son el resultado de largas jornadas y duros sacrificios.
En el campo, se trabaja con lluvia o sin lluvia, el agua es un tesoro, las plagas sobre animales y vegetales una maldición, preocupación por el abono, la poda, la siembra y la cosecha que no admiten espera, hasta por los gorriones que picotean la uva y la falta de mano de obra.
Si enseñáramos a los niños, cuánta historia hay detrás de la manzana o del vaso de leche, aprenderían a respetar y agradecer a los hombres y mujeres que están detrás de todo lo que comemos. Los agricultores han sido grandes forjadores de Chile y lo serán todavía más si valoramos su obra. Son capaces de darnos de comer a todos y exportar al mundo buena parte de los frutos del país. Todo es posible porque son privados, si fueran empleados públicos, pondrían cien condiciones para trabajar y, hasta podrían amenazar con una huelga previa a la cosecha para obtener “justas reivindicaciones”.
Alejandro Witker