Cuesta comprender por qué, en pleno siglo XXI, Ñuble tiene más de 30 mil personas que se deben abastecer de agua potable a través de camiones aljibe. Sin embargo hay una respuesta, y alude a factores como la falta de planificación, la escasez de conocimiento y el exceso de burocracia estatal.
La prolongada sequía que se extendió por más de una década en la región y que ha afectado principalmente a las familias de zonas rurales con menos recursos que tradicionalmente se abastecen a través de pozos, dejó al desnudo la lentitud del aparato público en materia de adaptación al cambio climático, pero fundamentalmente, la gran tarea pendiente en materia de gestión del recurso hídrico.
Existe coincidencia entre expertos locales en que la ausencia de un plan integrado de manejo de cuencas ha impedido avanzar en la búsqueda de soluciones definitivas e integrales. Eso probablemente explica que de 15 mil personas abastecidas por camiones aljibe en 2017, se pasara al doble 5 años después, según estimaciones oficiales.
Y si bien desde que Ñuble es región se han construido más proyectos de APR que nunca antes (actualmente cuenta con 236 servicios sanitarios rurales que benefician con agua potable a más de 151 mil personas de las 21 comunas), existe todavía una enorme demanda insatisfecha.
Sin embargo, este programa de emergencia que se ha ido institucionalizando con el paso de los años ha sido objeto de numerosos cuestionamientos, no solo por la elevada inversión pública, sino por las denuncias de monopolios, e investigaciones de corrupción.
La prolongada sequía y el aumento de la demanda han contribuido a reducir los volúmenes de agua almacenada en los acuíferos subterráneos, lo que ha obligado a realizar inversiones en la profundización de pozos. Esto, si bien resuelve la necesidad urgente, no aborda el problema de fondo, que es la necesaria gestión de estos acuíferos.
Se requiere destinar más recursos a investigación, para conocer efectivamente el comportamiento de estas napas, así como los niveles de extracción y de recarga, de manera de definir sistemas de control y de infiltración, para asegurar su sostenibilidad en el tiempo.
Además, es vital acelerar las inversiones en almacenamiento de agua, con proyectos a nivel doméstico, como los sistemas de cosecha de aguas lluvia, así como también a nivel territorial, como los tranques estacionales y los pequeños, medianos y grandes embalses. De hecho, Ñuble es la región agrícola con menor capacidad de almacenamiento en el país. Atacama tiene 180 millones de metros cúbicos, Coquimbo suma más de 1.000 millones, Maule tiene casi 2.000 millones, Biobío tiene 5.582 millones y Ñuble tiene apenas 29 millones de metros cúbicos.
La gestión del agua es el mayor desafío y deber de la región, para asegurar el derecho humano al agua potable de todos y todas sus habitantes. Invertir en el acceso y gestión del agua es el primer paso, y la forma más eficiente, de comenzar a reducir las inequidades en Ñuble.