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A contracorriente

Señor Director:

Zurcir, remendar, reparar. Verbos que no se escuchan usualmente, pero que con la llegada de tiendas fast fashion o con la compra de muebles en comercios de procedencia extranjera, parecieran ir reapareciendo tibiamente. Muchas veces sale más a cuenta desechar en la basura lo que ya “no sirve” para adquirir su reemplazo, ya sea por una cuestión monetaria o por falta de tiempo para el arreglo que necesita. Esto me hace pensar en la generación de mi abuela, que no solo remendaba calcetines, sino también “daba vuelta” los cuellos y puños de camisas o cuando un técnico reparaba sus electrodomésticos cuando estaban descompuestos.

Escribo estas líneas precisamente en la mesa de su comedor, que debe tener unos 65 años. ¿Por qué reparar, remendar y zurcir son actos contradictorios hoy, cuando es tan fácil obtener lo que necesitamos (o, incluso, muchas veces, lo que no requerimos)?

Resulta completamente revolucionario zurcir, remendar, sobre todo, si tengo una aplicación en mi celular que puede hacer llegar a la puerta de mi casa el reemplazo de lo roto, por poco dinero y en un tiempo único.

Quizás estas vacaciones, momento de hacer orden y tirar cosas por la basura, encontremos algo que pueda ser reutilizado, algo a lo que podamos darle una nueva vida útil, o repasar en que aquello que a mí no me sirve, a un otro puede que sí. Pienso en todas aquellas personas que, por necesidad, debían dar vuelta los cuellos y puños de las camisas, pero esa premisa también se acompaña de un ¿por qué no hacerlo yo también, aunque no lo necesite por economía? Con esto contribuimos no solo a la renta familiar en momentos de una gran incertidumbre monetaria, sino también a la ecología, al comercio local que compone lo que nosotros no podemos. Los ejemplos pueden ser muchísimos para probar el punto anterior, pero hay una idea que no debe ser olvidada y seguir aquí el ejemplo de nuestros abuelos: coser, volver a utilizar lo antiguo a través de una nueva vida, son hechos que ahora están completamente a contracorriente de nuestra sociedad chilena actual, pero que debería tener, también ella, una segunda vida.

Paulina Dardel Coronado

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