Deberes escolares
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En los últimos años y en varios países, incluidos el nuestro, se han formulado severas críticas a las tareas escolares obligatorias a las que niños y adolescentes deben dar cumplimiento en el hogar. Asociaciones de padres y apoderados y especialistas han realizado observaciones al respecto.
Entre las críticas a las tradicionales “tareas para la casa” se pueden citar argumentos como las horas que demandan, sumadas a las que los alumnos cumplen cotidianamente en el ámbito escolar; el hecho de que no le dejan horas libres para la recreación y el juego fuera de la escuela, que reclaman su desarrollo y salud. También se ha calificado a los deberes como antipedagógicos y gestores de conflictos hogareños, que derivan en sanciones ingratas para chicos y grandes. Pero hay algo más, muy significativo en sentido social: esas tareas contribuyen a crear o acentuar diferencias injustas, porque hay alumnos que cuentan con el apoyo de los padres o de un docente particular, ayuda de la que otros carecen.
Esta suma de argumentos se vincula en buena medida a una percepción de la vida escolar propia de nuestra época. Generaciones atrás no se hubiesen planteado. Había una convicción de que la escuela formaba al futuro ciudadano para el trabajo y su trama de obligaciones, tales como la asistencia, puntualidad, aplicación y conducta.
Muchas cosas fueron cambiando desde entonces; entre ellas, se alteró el funcionamiento familiar por la mayor actividad laboral de las madres, que antes cuidaban en la casa el cumplimiento de los deberes. También ha obrado la abrumadora oferta de entretenimientos, empezando por los smartphones, que, mayoritariamente consumen horas sin aportar valores positivos a la educación. Así es como la meta de educar para enfrentar las demandas de la vida adulta ha ido declinando. Por otra parte, los deberes son a veces modos de cubrir horas de clases perdidas o insuficientes.
Esas reflexiones no invalidan el valor de algunos argumentos actuales. Por ejemplo, la necesidad de que los alumnos de establecimientos de doble jornada dispongan de tiempo libre al llegar a sus hogares. Del mismo modo, es menester que los deberes alcancen un efecto positivo como práctica del aprendizaje adquirido en el horario escolar. Es importante, además, que sean interesantes, estimulen la iniciativa del alumno y sean accesibles a su edad.
Bien mirado, el tema no admite ni un rechazo general ni una aprobación del mismo carácter. “Ni tanto ni tan poco” se suele decir con acierto. O, expresado de otro modo, los deberes deben responder a criterios de equilibrio que estimen bien su necesidad y contenido, pues sin ejercitar lo aprendido, esto se pierde, pasa a ser memoria de corto plazo para la mayoría de los estudiantes.
Hay otra cara: la devolución, que es misión del maestro cuya corrección debe servir a los fines del aprendizaje, lo que dará real utilidad a la tarea escolar a fin de que estimule el pensamiento y la imaginación y no sea sentida como una mera carga rutinaria.