Desafío educativo
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Es evidente la necesidad de que nuestro sistema escolar, sobre todo en el nivel secundario, avance en un proceso de renovación a fin de adecuarse a las demandas de cambio que exige nuestro tiempo, tanto en cuanto a conocimientos actuales como en relación con los nuevos medios tecnológicos. Centrando especialmente la mira en la enseñanza media, es inquietante que 15 años después de promulgada la ley que instauró la obligatoriedad de los 12 años de escolaridad para los jóvenes de entre 6 y 17 años, la deserción siga siendo un grave problema. Y es que no es posible aspirar realmente a dar un salto educacional -clave para avanzar hacia una sociedad que entregue a todos sus ciudadanos igualdad de oportunidades- en la medida que 358 mil niños y jóvenes abandonaron su enseñanza escolar.
En efecto, hoy la cobertura escolar alcanza altas tasas, pero un número importante de estudiantes no completa su enseñanza básica y media, como lo muestra el reciente estudio de la Unicef sobre deserción escolar que arroja cifras inquietantes; por ejemplo, que entre un 15% y un 19% de los jóvenes abandona el colegio, limitando de ese modo su porvenir laboral y personal.
Los resultados de la investigación son especialmente preocupantes, porque dan cuenta de un fenómeno que viene a profundizar los ya altos niveles de desigualdad que exhibe la educación chilena. Esto porque más del 65% de todos los estudiantes que se encuentran actualmente fuera del sistema escolar proviene de los dos primeros quintiles. Esta injusta situación exige innovaciones adecuadas que, en el plano de la enseñanza, se vinculan con un satisfactorio aprendizaje de los medios tecnológicos.
Ello no representa solamente una opción comprometida con el cambio, entre otras posibilidades. Se trata de una demanda de los nuevos tiempos para que el alumno de hoy pueda incorporarse en un futuro próximo al mundo del trabajo, de los estudios superiores y de la interacción social. En pocas palabras, se trata de responder a necesidades que condicionan buena parte de la existencia de nuestros jóvenes.
Una cuestión central nos lleva a preguntar para qué sociedad y forma de vida debe prepararse el colegio del presente y del futuro. Porque parece lógico que los problemas actuales que enfrenta el aprendizaje escolar se vinculen principalmente con el sostenido avance de la alianza económico-tecnológica, sobre todo eficaz en los países de elevado potencial industrial.
En este punto es indispensable destacar que nuestro sistema escolar debe buscar con criterio que las innovaciones que se vienen introduciendo no afecten ni omitan la consideración de nuestros valores sociales, éticos e históricos. Por lo tanto, la renovación de los contenidos de la enseñanza que se reclaman, mantiene, a la vez, los valores que han dado vida y consistencia social a nuestro sistema educativo.
La innovación a la que nos referimos modificará contenidos curriculares y exigirá nuevos métodos didácticos, pero lo que no puede pasar es que se abandonen las claves de los méritos humanos y espirituales que distinguieron a nuestra enseñanza en un pasado no muy lejano. Un pasado que hay que enterrar, sino recrear con la mirada puesta en un futuro mucho más exigente.