Extienden los tiempos de viaje, dañan los automóviles y bajan la plusvalía de los barrios. Se trata de las calles en mal estado, uno de los tantos problemas urbanos que desde hace muchos años no parece encontrar solución. Para solucionarlo se requiere, además de la inversión de los recursos necesarios, el diseño de una política técnicamente sólida, coherente y verificable.
Es generalizada la percepción del deteriorado estado en que se encuentran las calles de la ciudad, repletas de baches de los más variados tamaños y deficientes capas asfálticas, sin embargo, este diagnóstico no se encuentra objetivado en ningún informe conocido, aunque desde el municipio aseguran que ese catastro existe y está en permanente revisión.
Las causas son variadas. En algunos casos se trata de calles que fueron mal arregladas por empresas de servicios públicos; en otros las causas del deterioro se atribuyen a la erosión que provocan el peso de los 50 mil vehículos que transitan a diario por la ciudad. A ello se suman los efectos del derrame de combustible, que daña la capa asfáltica, como también el mal escurrimiento de las aguas lluvia.
Pero lo más grave es que todos estos problemas se han producido como consecuencia de la ausencia de una política coherente en materia de preservación de las calles por parte de sucesivas administraciones comunales. No es necesario esforzarse mucho para darse cuenta que en los últimos 20 años -con excepción de la Avenida O’Higgins- no se ha concretado ninguna obra de envergadura en Chillán.
Entre tanto, los automovilistas tienen vedado conducir tranquilamente. Deben hacerlo, por fuerza, con los ojos clavados al pavimento, porque donde menos se lo espera pueden aparecer cráteres de distintas profundidades, capaces de liquidar amortiguadores y hasta al más resistente sistema de suspensión.
No es ésta, justamente, la perspectiva más grata para una ciudad que no solo debe hacerse cargo de proveer un razonable bienestar a sus habitantes, sino que además se ha convertido en la capital de la nueva región y aspira a transformarse en un centro de servicios y referente del turismo.
La infraestructura vial es un elemento fundamental de ese desarrollo, por lo que la identificación de las necesidades de la población, la generación de estudios y de proyectos de diseño, así como la gestión del financiamiento para la ejecución de esos proyectos, son tareas que el gobierno comunal deben abordar con la mayor eficiencia posible y a las que debe agregarse el respaldo del Gobierno Regional y de nuestros parlamentarios, que junto con ocuparse de influir en la política local, también deben preocuparse de representar ante el nivel central la urgencia de este avance. Nada podría justificar un amplio lobby, tanto como la reconstrucción de la red vial de la ciudad.