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La calle suele opinar con severidad, sin pelos en la lengua y a veces sobreactuadamente. Pero rara vez miente.
Y si en la calle se pregunta por la convivencia entre peatones, ciclistas y conductores se advierte que, si hubiera mejoras, las heridas del pasado no han sanado. Ni perdonado.
Dos miradas: para peatones y conductores, los ciclistas son unos irresponsables. Lo que más los irrita es que anden en la vereda o, cuando están en la calzada, que hagan maniobras bruscas forzando frenados de emergencia a los automovilistas; además del imperdonable hecho de que no usen luces ni reflectantes durante la noche.
La otra mirada, la de los ciclistas, dice que los automovilistas son prepotentes y que los peatones no entienden que las ciclovías no son para ellos.
Espectadores de primera fila de estos roces son los cuidadores de autos y los parquímetros.
Mario Acuña, encargado de los parquímetros de Avenida Libertad, frente a la Intendencia, dice que “acá se escuchan entre cuatro o cinco discusiones al día, varias de ellas a garabatos entre ciclistas y peatones”.
Observa que “hay que entender que igual la ciclovía que hiceron acá dejó muy estrecho el camino de los peatones y además, hay un basurero al medio, pero hoy se ve menos que antes, gente caminando por la ciclovía. Las personas se van a ir adaptando y eso se nota”.
El buen augurio se hizo el jueves pasado, cuando se cumplió el primer mes de la entrada en vigencia de la llamada Ley de Convivencia Vial (LCV), impulsada ante la creciente tendencia de los chilenos a optar por la bicicleta como medio de transporte.
Si se considera que solo en Santiago se estima que a diario se realiza más de un millón de recorridos en bicicleta ya es tiempo de entender que este antiguo sistema de traslado dejó de ser patrimonio de lo estrictamente recreativo o de ciudadanos sin acceso a comprar un vehículo mayor.
Cristóbal Jardúa, seremi de Transportes en Ñuble, hace la bajada local de las cifras y certifica que “en Chillán se hacen cerca de 40 mil recorridos diarios, y además, el promedio del tramo recorrido por un trabajador o un estudiante, entre su casa y su lugar de trabajo o estudio, es de 4 kilómetros, lo que es mucho menor a los diez que pudiera hacer a diario una persona”.
De tal forma concluye que “Chillán es una ciudad que se proyecta de gran manera para seguir siendo la ciudad con más recorridos en bicicleta de la zona centro sur del país”.
Sin embargo, y tal como ocurrió con la implementación de los pasos de cebra en Chile, “sabemos que pasarán varios años para que las personas aprendan a convivir con esta nueva modalidad, a respetar las ciclovías, el metro y medio de distancia sugerido a los vehículos motorizados, al uso del casco, las luces o el chaleco, pero estamos en eso y seguiremos haciendo las campañas necesarias”, afirma el seremi.
Pocos infraccionados
El viernes reciente, el alcalde de la comuna metropolitana de Las Condes, Joaquín Lavín, anunciaba que “a partir de hoy se acaban los partes de cortesía para los ciclistas, hubo cinco meses de marcha blanca”.
Y en cosa de minutos, la televisión en vivo transmitió dos infracciones en esa comuna.
En Chillán, nunca se habló de marcha blanca. Al menos no oficialmente.
Pero, “en materia de multas, lo que más llega al juzgado son por vehículos que se estacionan en las ciclovías. Las multas a ciclistas, casi no se ven; y a peatones por circular en ciclovías, derechamente, ninguna”, dice el juez del Primer Juzgado de Policía Local, Ignacio Marín.
Las cifras le dan la razón
Conforme a las estadísticas proporcionadas por la XVI Zona de Carabineros Ñuble, desde noviembre de 2018, a la fecha, la policía uniformada ha notificado a 31 personas por estacionarse arriba de las ciclovías; a 30 ciclistas por andar sin casco; 11 por andar sin sus chalecos reflectantes y a siete por pedealear arriba de la acera.
Sin embargo, ningún peatón multado por caminar, trotar o pararse a conversar arriba de una ciclovía. Tal como lo acreditaba el juez Marín.
Al respecto, Cristóbal Jardúa, insiste en que el propósito de la seremía es insistir en la educación y en las campañas constantes para concientizar a conductores de vehículos motorizados, peatones y ciclistas, más que presionar a las policías para multar a más infractores.
“Hay que entender que todos los cambios sociales y de conducta cívica toman tiempo. Nunca son al corto plazo, sin embargo, vemos que las personas se están adaptando y que aprueban estas medidas, lo que es una muy buena señal”.
Un fallecido en Ñuble
La ministra de Transportes y Telecomunicaciones, Gloria Hutt anunció el jueves que tras la entrada en vigencia de la LCV “los accidentes fatales de ciclistas se redujeron en un 32% en el país. “Si bien tenemos que lamentar la muerte de 85 ciclistas durante todo 2018, ese número es el más bajo de la última década”.
En Ñuble, se registra un ciclista fallecido desde noviembre del 2018 a la fecha.
La capitán Daniela Hormazábal, jefa de la SIAT Ñuble, confirma que “hoy se ve más gente preocupada por andar con sus cascos, luces y reflectantes, especialmente los más jóvenes”.
Última frase que contribuye, una vez más, a la esperanza.