Señor Director:
Como residente en el sector Quilmo Bajo, camino San Rafael, coincido plenamente con la editorial “Malos Olores” (La Discusión, 30 de diciembre), y con la conclusión de que es necesario que las autoridades “…evalúen seriamente si el marco regulatorio actual cumple con su espíritu protector y, de no ser así, se atrevan a revisarlo y fortalecerlo”. No es primera vez que La Discusión editorializa sobre el tema de los malos olores en la intercomuna Chillán-Chillán Viejo. Pero el problema persiste y se repite año tras año en primavera y verano. Hace más de 15 años que estoy radicado en el sector y los malos olores son parte de nuestras vidas. Y no sólo provienen del gigantesco plantel porcino de Maxagro, sino también de los rellenos sanitario e Industrial de Volta-Ecobío, a los que podemos sumar emanaciones de la planta intercomunal de tratamiento de aguas servidas de Essbio, todos ubicados en Chillán Viejo.
Es verdad que en los últimos años se ha avanzado y que ha habido fiscalizaciones y procesos sancionatorios por parte de la Superintendencia de Medio Ambiente, pero son insuficientes. Este organismo, clave en una región con importantes problemas ambientales, es como el pariente pobre dentro del aparataje de servicios públicos de la región de Ñuble y requiere ser fortalecido con más atribuciones y personal. Como dice La Discusión …”respirar aire limpio no debería ser un privilegio, sino un derecho básico para todos”.
Ulises Lari Silva
Residente en Quilmo Bajo




