En Ñuble ya se han registrado 148 incendios forestales en la presente temporada, un alza del 25% en comparación con el período anterior, según informó la Conaf esta semana.
Precisamente, en estos días, la región se encuentra bajo Alerta Temprana Preventiva por amenaza de incendios forestales, atendiendo variables clave, como el calor -más de 30°C-; la velocidad del viento en sectores de valle y costa; y el índice de porcentaje de humedad de combustibles vegetales finos muertos, entre 2% y 6%, principalmente en el valle y precordillera. Lo anterior significa que existe una amenaza inminente de ignición y rápida propagación de incendios, asociada al aumento significativo del viento, las altas temperaturas y la baja humedad relativa.
Pero la variable clave sigue siendo la acción de las personas, ya sea intencional o involuntaria. Por ello, la Conaf viene advirtiendo que acciones irresponsables como la manipulación directa del fuego en zonas con vegetación o el uso de herramientas que generan chispas sin las debidas medidas de seguridad, pueden provocar graves emergencias.
Es fundamental reiterar medidas de prevención como evitar labores agrícolas y trabajos en predios durante las horas de mayor calor, no realizar quemas agrícolas -están prohibidas- y extremar el cuidado en actividades recreativas.
En ese contexto también es relevante poner atención a la vulnerabilidad que representan las parcelaciones, un fenómeno creciente en la región, pues los nuevos vecinos rurales muchas veces tienen conductas irresponsables, poniendo en riesgo a todo su entorno. La acumulación de materia vegetal, por ejemplo, que este año se observa más abundante debido a las lluvias primaverales, constituye un riesgo latente de focos simultáneos de incendio con consecuencias que podrían ser desastrosas. Lamentablemente, la falta de educación y la irresponsabilidad de esta “nueva población rural” que vive rodeada de combustible seco asoman como factores clave.
Lo anterior nos lleva a la urgencia de contar con una adecuada planificación del territorio, que permita la convivencia armónica de las distintas actividades, de manera de reducir los riesgos de desastres. Allí se inscriben las actividades agropecuarias, forestales y el crecimiento habitacional en zonas rurales y de interfaz.
Cada año son más los esfuerzos del estado y de las empresas forestales para prevención y combate de incendios, y por supuesto, más recursos económicos y humanos se destinan a ese objetivo, sin embargo, no importa cuántos millones de dólares se inviertan en aeronaves y sistemas de vigilancia si también se multiplica la irresponsabilidad y la falta de criterio en los distintos niveles de la sociedad.
Considerando el denominador común de la acción de las personas en el origen de los incendios forestales, es fundamental enfrentar decididamente el factor humano, analizar las causas, perseguir a los culpables y educar a la población.
En Ñuble, zona eminentemente agrícola-forestal, el calentamiento global y la modificación de vientos y temperaturas han aumentado el riesgo de incendios al doble y ya han causado grandes pérdidas económicas y ecológicas en años recientes. Por ello, es clave afrontar este tema como un desafío de alcance regional que involucre a toda la ciudadanía, tanto de áreas urbanas como rurales.


