Alejandra Hernández: la chillaneja que lleva la alta costura de Ñuble a las grandes pasarelas

A simple vista, su salón parece un espacio íntimo, silencioso, casi ceremonial. Pero basta cruzar la puerta para entender que allí ocurre algo más profundo: un oficio que mezcla técnica minuciosa, sensibilidad artística y un talento que ha logrado posicionar a su creadora en los circuitos de alta costura más importantes de Chile y del extranjero.
Ese es el mundo de Alejandra Hernández, diseñadora chillaneja que, tras 25 años en Santiago, decidió regresar a su ciudad natal para instalar aquí su estudio. Lejos de ser un retroceso, el retorno se transformó en el punto de partida de una etapa de expansión profesional que hoy la tiene presente en Fashion Weeks de Chile, Argentina, Brasil y próximamente Nueva York.
“Soy chillaneja, pero estudié y trabajé muchos años en Santiago. Hice mi práctica con Luciano Brancoli y luego trabajé con Millaray Palma, donde pude diseñar, confeccionar y desarrollar mi estilo. Antes de volver ya me había independizado, y cuando llegué a Chillán decidí dedicarme de lleno a lo mío”, cuenta.
Alejandra volvió justo entre el estallido social y la pandemia, momentos que hicieron tambalear el rubro creativo en Santiago. En Chillán encontró un espacio para crecer y un público ávido por un trabajo que casi nadie realiza en la zona.
“No hay diseñadores de alta costura de aquí al sur”, comenta. Su especialidad —novias y madrinas— se consolidó rápidamente, y hoy su nombre suena en matrimonios, galas y eventos importantes dentro y fuera de Ñuble.
Su método es completamente personalizado. Atiende en su propio salón y cada cita dura cerca de dos horas. Observa el cuerpo de la clienta, su postura, proporciones y estilo, para luego diseñar desde cero un vestido que estilice, equilibre y eleve la figura.
“La función de la alta costura es armonizar el cuerpo. Si una clienta tiene un torso corto, lo alargo. Si es triángulo, le doy cadera. Si le falta busto, lo creo. La idea es realzar lo mejor de cada una”, explica.
A diferencia de la moda masiva, la alta costura requiere paciencia y dominio técnico. Alejandra trabaja con telas finas, pedrerías en relieve, aplicaciones bordadas y procesos que pueden tomar semanas. Cada pieza se construye literalmente a mano:
“Un vestido de pedrería implica coser una a una las incrustaciones, retirar las piedras para pasar la máquina y luego volver a ponerlas. Después vienen las aplicaciones que tapan las costuras, porque en alta costura nada se debe ver. Es un trabajo artesanal”.
Un ejemplo de esa dedicación fue el vestido que realizó recientemente para la animadora Sabrina Sosa: más de 800 aplicaciones cosidas manualmente y jornadas de hasta 20 horas de trabajo diario, incluyendo varias pruebas en Santiago mientras ella estaba embarazada. “Estuve en su casa cinco días porque mientras le iba creciendo la guatita y había que estar ajustando ese vestido que fue hecho completamente a mano”.
Alejandra también ha vestido a figuras como Ivette Vergara y Constanza Solar, entre otras, y ha participado en desfiles de la productora detrás de Chile Fashion Week, con quienes trabaja desde hace un año. Esa alianza la llevó a presentarse en Argentina y Brasil, y la prepara para un desafío mayor: Nueva York Fashion Week 2026.
Representa a Chillán en el mundo
Aunque su agenda está marcada por viajes y pasarelas internacionales, Alejandra mantiene la misma raíz que la impulsó a volver: su conexión con Chillán y la comunidad que ha crecido junto a su trabajo.
En marzo cerrará con un desfile la tradicional Expo Ñuble en Casa Abracadabra, en una colaboración con PW Producciones de Chile Fashion Week, como un gesto —dice— hacia la ciudad que le abrió las puertas cuando decidió volver. Y mientras diseña trajes que cruzan fronteras, acompaña de cerca el camino de su hija de 15 años, quien ya desfila en pasarelas internacionales.
“Lo que busco es reconocimiento al arte: que se vea el trabajo fino, el trabajo a mano, la artesanía que hay detrás de cada vestido. Eso es alta costura”, afirma.
Desde su salón, Alejandra Hernández levanta una marca que lleva su nombre y que hoy posiciona a Chillán —y a Ñuble— en el mapa de la moda de alto nivel. Una diseñadora que no solo confecciona vestidos: construye identidad, cuenta historias y demuestra que desde regiones también se pueden crear obras destinadas a brillar en el mundo.