El modelo económico chileno 2010– 2025

Durante el período indicado, el modelo económico de los “Chicagos Boys” terminó de quedar completamente desfigurado. La economía crecía a tasas menores del 3%, salvo excepciones. El desempleo superaba el 8%. La informalidad crecía a pasos agigantados. La estabilidad macroeconómica, que seguía manteniendo algunos visos del modelo original, permitía una expansión sin límites en la competitividad de las empresas exportadoras (menos del 5% de las empresas en Chile). El sistema financiero generaba grandes utilidades. La política social, rezagada de las nuevas reglas del mercado, profundizaba la brecha de desigualdad. Es decir, quedó pavimentado el camino para terminar con el neoliberalismo, sindicado como “el origen de la injusticia social”.
Para un observador imparcial, desprovisto de todo sesgo ideológico, a esas alturas, el modelo neoliberal de Chile ya no cumplía su rol inicial. Las reformas tributarias, las restricciones del mercado laboral, los permanentes cambios en las reglas del juego a los inversionistas, la permisología instalada por los grupos ambientalistas y patrimoniales, las políticas de inclusión que otorgaban un creciente poder a las minorías, fueron parte de una cirugía mayor que tuvo un impacto desbastador en la confianza de los hogares de ingresos medios.
El período 2010 – 2013 estuvo fuertemente influenciado por el terremoto. Con la necesidad de financiar la reconstrucción, abrió de par en par las puertas a las reformas tributarias como mecanismo para financiar la política social. La creciente desigualdad instaló una política de impuestos progresivos a las grandes empresas y al 1% más rico de la población. El 26 de septiembre de 2014, se promulga la más importante reforma impositiva de los últimos 30 años. La reforma cambió el enfoque de la política fiscal redistributiva. Antes de la reforma tributaria, la redistribución se basaba en el gasto público. Después de la reforma la redistribución se basó en el régimen impositivo. El resultado no fue el esperado. Los mayores impuestos, estimularon la evasión y la elusión. El desincentivo para la reinversión de utilidades generaron enormes ganancias a los bancos. La menor rentabilidad de la cartera de inversiones disminuyó sostenidamente la rentabilidad de los fondos de pensiones. Los cambios en las reglas tributarias hicieron que los flujos de capitales migraran a economías con mayor certeza jurídica y con menores restricciones para la inversión. De manera simultánea, se quitó el foco en la eficiencia del gasto públicos. Su mal uso fue horadando la calidad de casi todos los servicios básicos para la población (educación, salud, seguridad, etc.).El sueño de un país desarrollado se esfumaba. La realidad para una población que envejecía era desoladora. Los ingresos laborales se reducían, se esfumaban, o se transformaban en pensiones miserables. El odio en contra del neoliberalismo se acumulaba. Sin embargo, en la práctica, el modelo económico sobreviniente era el resultado de un conjunto de cambios en las reglas de juego que habían eclipsado la anhelada prosperidad.
A partir del 2026 en adelante, la actividad económica dependerá del grado de cohesión y pragmatismo de la sociedad en poner al centro de la política pública la capacidad de la población en la generación de riqueza. Para ello no se requieren intermediarios. A partir de las ventajas comparativas del territorio, especializar la matriz productiva debe ser el paso previo para que el progreso de la comunidad surja desde la cadena de valor de la industria.
Renato Segura
Profesor ingeniería comercial USM