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Una brecha que indigna

Con la tasa de ruralidad más elevada del país y una alta dispersión geográfica de su población rural, no sorprende que en Ñuble exista un gran número de familias que no tienen acceso a servicios básicos, como agua potable, electricidad, salud y educación, ni a conectividad vial y de telecomunicaciones.

El reciente caso de la adulta mayor de la localidad de Santa Lucía Bajo, en la zona cordillerana de Yungay, quien, debido a una descompensación debió cruzar en un carro colgante el río Cholguán para concurrir a Tucapel a recibir atención médica, grafica de manera indignante la situación de “aislamiento” en la que viven muchos ñublensinos.

Problemas burocráticos han impedido reponer la pasarela peatonal que utilizaban los vecinos hasta 2023, cuando una crecida del río destruyó la estructura, obligándolos a usar un carro tipo tirolesa, muy comunes en la zona cordillerana de la región hasta la década pasada, pero que gracias a la construcción de puentes y pasarelas han ido quedando en desuso.

El problema que subyace en este caso, es que los habitantes de Santa Lucía Bajo prefieren ir a Tucapel a buscar atención médica, porque les resulta mucho más cercano que viajar a Yungay.

Así como en Yungay, en las demás comunas de Ñuble también se experimenta el aislamiento, donde abundan las dificultades de transporte y los cortes de luz, y, en consecuencia, del agua potable, cuando la hay. En esas localidades la mano del estado se siente más lejana y las redes sociales más importantes son los vecinos de la comunidad y no las del teléfono, de hecho, la debilidad de la señal hace imposible navegar en internet. Para qué hablar de hacer un trámite en la notaría, despachar una receta en una farmacia o cobrar la pensión, acciones que para un chillanejo son cotidianas, pero que en el campo requieren de una planificación logística y de tiempo.

Lamentablemente, el centralismo de Concepción que ahogaba a Ñuble hoy parece replicarse en Chillán en desmedro de las comunas más pequeñas, aquellas con pocos votos y una débil voz, y el efecto más visible es la ampliación de las brechas de desarrollo entre los habitantes de zonas urbanas y rurales, favoreciendo la migración de jóvenes hacia las ciudades.

Es justo reconocer que luego de la creación de la región se ha incrementado la inversión pública en infraestructura vial y sanitaria, acelerando el tranco en la pavimentación de caminos y ampliando la cobertura de los sistemas de agua potable rural. También se valoran los esfuerzos del sector público en materia de conectividad digital, que paulatinamente están acercando a las localidades pequeñas a redes aéreas y de fibra óptica. Sin embargo, todavía es insuficiente, por lo que resulta fundamental que estas políticas de fortalezcan en los próximos años, independiente de los recortes presupuestarios y los cambios de administración.

Aún falta mucho por avanzar en equidad territorial, donde, además, destacan áreas clave, como el acceso oportuno a la atención de salud, oportunidades de educación, planificación territorial y desarrollo productivo, entre otras.

Por ello, en la medida que Ñuble reconozca su alma en la ruralidad, sobrará la voluntad política para priorizar iniciativas que contribuyan a reducir esta brecha que también indigna.

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