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La Ley Karin

Señor Director:

Las buenas prácticas en los directorios se han convertido en un pilar del desarrollo económico y la confianza empresarial. Chile ha avanzado en instalar estándares de transparencia y ética, y varias instituciones —incluso con respaldo internacional— forman a quienes integran los órganos de gobierno corporativo. Sin embargo, esos avances pierden legitimidad cuando quienes los promueven no cumplen con los estándares más básicos de respeto y legalidad dentro de sus propias organizaciones.

La Ley Karin y el reciente fallo de la Corte Suprema sobre acoso laboral son recordatorios claros de que el buen gobierno parte por casa. No basta con difundir principios y dictar cursos sobre liderazgo responsable si, al interior de ciertas instituciones, se toleran comportamientos que vulneran derechos fundamentales.

Eso no es un problema de estilo ni de cultura organizacional: es una falta a la ley y una amenaza directa a la integridad del modelo corporativo que se pretende fortalecer. Hablar de ética y gobernanza mientras se normaliza el maltrato o el miedo interno no solo es incoherente, sino peligroso para la credibilidad del sistema.

El verdadero liderazgo no se mide por congresos ni certificaciones, sino por la capacidad de actuar con integridad real, puertas adentro.

Porque ninguna institución puede enseñar buen gobierno si no lo ejerce.

Camila Herrera Montaldo

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