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Participación laboral de las mujeres

La participación laboral de las mujeres en Ñuble ha venido mostrando una paulatina recuperación luego del impacto que significó la pandemia.

Según el INE, en el trimestre junio-agosto de 2025 la participación femenina alcanzó un 45,5%, lo que representó un alza de casi dos puntos respecto al 43,7% de igual periodo de 2024, pero todavía lejos del 49,0% de junio-agosto de 2019.

Y si bien la pandemia significó varios años de retroceso en materia de incorporación de la mujer al mercado laboral, la posición lograda en la prepandemia distaba mucho de ser óptima. Basta ver que la tasa de participación de los hombres, en junio-agosto de 2019, era de 68,3%, exhibiendo una brecha de casi veinte puntos.

Actualmente, la brecha es mucho mayor: en junio-agosto de 2025 la tasa de participación de los hombres alcanzó un 67,4%, es decir, casi 22 puntos de distancia.

Durante la pandemia, un gran número de mujeres permaneció en casa a tiempo completo a cargo del cuidado de los hijos o de adultos mayores, saliendo del mercado laboral en un proceso que también estuvo marcado por la entrega de bonos y el retiro de fondos de pensiones.

Tras la crisis, muchas de esas mujeres se han ido reincorporando a la fuerza de trabajo, en un quinquenio marcado por un escaso dinamismo del mercado laboral regional, que muestra las tasas de desocupación más altas del país, así como también por otros fenómenos, como la inflación, reformas laborales, el encarecimiento de la mano de obra y la incorporación de migrantes a la fuerza de trabajo.

Conscientes de esta brecha, desde el gobierno han impulsado políticas públicas para fortalecer la empleabilidad de las mujeres, con fuerte énfasis en la conciliación laboral, el apoyo a cuidadoras, la capacitación y la certificación.

En esta ecuación irrumpe la ocupación informal, cuya tasa regional en mujeres alcanzó un 29,7% en junio-agosto de 2025, anotando una disminución de 3,3 puntos en 12 meses, con la tasa más baja de los últimos cinco años y también inferior al 35,3% de junio-agosto de 2019. Y a pesar de que los niveles de informalidad están equiparados en hombres y mujeres, todavía sigue siendo un desafío reducir estas tasas a valores más cercanos al promedio nacional.

Para muchas mujeres, la informalidad laboral representa una alternativa atractiva de generar ingresos sin renunciar a la flexibilidad de la jornada de trabajo. La informalidad es sinónimo de precariedad, y a todas luces es una consecuencia de un mercado laboral deprimido y una legislación que necesita con urgencia modernizarse.

Estos números llevan a concluir que la economía regional no es capaz de incorporar a un mayor ritmo a las mujeres al mercado laboral, tanto por factores culturales como por bajos niveles de inversión, crecimiento y desarrollo.

Si el empleo es la clave para abandonar la pobreza, se deducirá que la pobreza tendrá rostro de mujer en la medida que el mercado laboral no sea capaz de sumar más trabajadoras, principalmente jefas de hogar.

Curiosamente, el gobierno, lejos de impulsar políticas tendientes a la adaptabilidad laboral, que permitan a empleadores y trabajadores acordar jornadas, remuneraciones y condiciones que respondan a las particularidades de cada rubro; insiste en promover más rigideces y normas que están encareciendo el trabajo y disminuyendo el potencial de crecimiento y de creación de nuevos empleos.

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