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La salud mental  II

Señor Director:

Chile vive una paradoja profunda: mientras los informes internacionales muestran que somos el país con mayor preocupación por la salud mental en el mundo, seguimos atrapados en un clima político de inseguridad, violencia, desorden y desconfianza.

La exministra Tohá ha reconocido recientemente que parte de la izquierda ha tenido históricamente dificultad para valorar el orden, asociándolo con autoritarismo. Ese juicio es relevante, porque el orden social, entendido no como represión sino como certeza, reglas claras y respeto a la ley, es un pilar esencial del bienestar psicológico colectivo.

El caos cotidiano genera estrés, miedo, desconfianza y retraimiento, exactamente los síntomas que hoy los estudios de Ipsos registran como una epidemia silenciosa en Chile.

El llamado “estallido social” de 2019, con sus múltiples expresiones de protesta y también de vandalismo, fue un punto de inflexión. Más allá de sus causas o justificaciones políticas, sus consecuencias fueron psicológicas: millones de chilenos sentimos que el país había perdido el control, que las normas ya no valían, que el espacio común podía arder sin respuesta institucional. Ese sentimiento, de fragilidad y abandono, dejó huella.

La fatiga ideológica se alimenta de esa confusión. Cuando los políticos reemplazan el equilibrio por la rabia, y la ley por la excusa, el ciudadano común se queda sin refugio emocional. Y sin refugio, la mente enferma.

Chile necesita recuperar el orden como valor civilizatorio, no como imposición autoritaria, sino como condición para la libertad, la convivencia y la salud mental. Un país sereno es un país que puede pensar; un país agitado permanentemente, solo reacciona.

El desafío de nuestra época es lograr que la política entienda que sin orden, no hay bienestar; y sin bienestar, ninguna democracia resiste.

Jorge Porter Taschkewitz

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