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Plagio autorizado. La democracia asesinada

El pensamiento y la política de Jaime Guzmán se situaban en las antípodas de los míos, pero su asesinato me ha lastimado tanto como a cualquiera de sus seguidores. Porque quien apretó ese gatillo debe saber que no estaba asesinando a un rival o a un enemigo: estaba asesinando la democracia.

Ningún ser humano, en ningún lugar del mundo, debe ser objeto de violencia ni despojado de su libertad o asesinado por lo que piensa, por lo que dice o por la forma como dice lo que piensa. Aceptar la existencia del otro con el color de su piel, con sus costumbres y sobre todo con sus ideas y creencias es tolerancia. Y la tolerancia es, quizás, el otro nombre de la democracia.

La democracia es el producto humano que más ha costado a los seres humanos construir. Tardó siglos en desarrollarse y aún está en proceso de perfeccionamiento. Y lo grandioso de ese producto es algo tan simple que puede resumirse en dos prácticas elementales: el diálogo y los acuerdos. Dos prácticas que hoy quizás nos parecen simples o naturales, pero que la humanidad tardó hasta hoy en imponérsela a sí misma. Quien asesinó a Jaime Guzmán quizás creía que combatía la incivilidad y hasta puede haber concebido la idea de que hacía algo positivo. Esa, es necesario decirlo, es la más monstruosa de todas las posibles ideas que un ser humano pueda concebir. Pensar que el crimen es un instrumento civilizatorio, que la violencia es un instrumento legítimo para imponer la convivencia, no solo niega todo lo que como humanidad hemos logrado edificar para hacernos más humanos, más capaces de convivir y construir futuros comunes, sino que nos hace retroceder en ese esforzado camino.

Lo que el asesino logró no fue solo acabar con una vida: su bala no solo asesinó a un hombre, sino que hirió de muerte a todos los seres humanos que manifestaban su humanidad a través de él. Las ideas nunca mueren. El pensamiento, la producción de ideas -buenas y malas, positivas o negativas, agradables o desagradables a nuestra razón- son en definitiva permanentes, porque son producto de la inteligencia humana y la inteligencia es la esencia misma de lo humano. De ahí también el enorme valor de la democracia, ese método creado por la misma inteligencia para evitar que las ideas se conviertan en el pretexto para nuestra autodestrucción. Democracia es lo que practicamos acá mismo, quienes expresamos nuestras ideas y opiniones y quienes las critican, las rechazan, las apoyan o las complementan con las suyas propias. Esa forma de convivencia y progreso fue también alcanzada por la bala que asesinó a Jaime Guzmán. Repudiarlo sin matices ni condiciones y desear que su efecto, el asesinato de la democracia, no sea logrado; que en Chile la democracia termine por imponerse anulando así el propósito último del asesino. Y desear lo mismo para nuestro país: desear que la tolerancia y el diálogo pervivan y seguir haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para lograrlo.

Este artículo es un plagio autorizado por su autor, el escritor Álvaro Briones, publicado el 14 de septiembre del 2025, titulado “ La democracia asesinada”, a raíz del asesinato de Charles Kirk en una universidad norteamericana. Solo se han cambiado el nombre de Charles Kirk, por el de Jaime Guzmán , y la palabra Estados Unidos por Chile. El resto es autoría de Álvaro Briones.

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