Vecinos a la cárcel insisten en priorizar traslado del penal tras años de promesas

Desde hace 25 años se ha pretendido reubicar el centro penitenciario de Chillán, es una iniciativa que cada vez que retoma gestiones no ha sido capaz de sortear los obstáculos para su materialización, por lo que termina siendo pospuesta, esa siempre ha sido la tónica a lo largo del tiempo. En las últimas semanas han surgido nuevamente debates y opiniones respecto al proyecto.
Pero lo cierto es que se necesita una nueva cárcel que pueda acoger la actual población penal, pues hoy día el principal recinto de la región de Ñuble está sobrepoblado, no cuenta con infraestructura y medidas de seguridad idóneas para los internos y el personal que allí labora.
La cárcel está en pleno corazón de la ciudad, tiene a su alrededor viviendas, servicios públicos, iglesia, plaza, escuelas y comercio, lo que genera diversas situaciones que afectan de manera negativa al sector. Los vecinos coinciden que no se debe seguir postergando el proyecto para sacar la cárcel del centro del Chillán.
“Nuestra comunidad siempre ha pensado que la cárcel no debería estar ahí en pleno centro porque dificulta harto a los alrededores. Ojalá la sacaran, pero desde hace mucho que estamos escuchando eso, yo llevo 14 años de dirigenta del mismo sector, y siempre he escuchado el peligro latente de la cárcel, que la cambien o no depende de las autoridades”, indicó la presidenta de la Junta de vecinos Sargento Aldea N°2, Raquel Hernández.
En cada reunión donde se ha abordado el tema los vecinos han manifestado su postura, que la cárcel debe salir de donde está. “Habrá que darle un destino, el problema es donde la ubican porque casi nadie quiere tener una cárcel, afuera no quieren recibirla”, dijo.
Raquel afirmó que la comunidad no se siente segura con la llegada de personas provenientes de distintos sectores de la ciudad, incluso de otras comunas, para visitar a familiares que se encuentran recluidos en el centro penitenciario. “Viene mucha gente de los sectores poblacionales, vienen a ver a su gente y es entendible, pero sí pasan mucho mirando las casas. Los robos en el sector están bastante álgidos, no podríamos asegurar que son ellos, pero si es un hecho que nos perjudica la sensación de inseguridad en el barrio”, explicó.
En tanto, la vecina Natacha Salom señaló que ante los nulos avances para reubicar el recinto penal terminó adaptándose a las situaciones que se producen por tener cerca ese lugar.
“La cárcel lleva ya tantos años en este sector que la mayoría nos terminamos acostumbrando, pero lógicamente no debería estar en pleno centro de la ciudad. Han pasado varios gobiernos y ninguno concreta la reubicación, porque saben las consecuencias y el gran gasto que deriva”, expresó.
Entre los efectos negativos que viven a diario mencionó los ruidos molestos, gritos y garabatos que se escuchan de los reos. “Los días de visita la calle Vegas de Saldías no se puede transitar por las filas que se forman obstruyendo el paso y la suciedad que queda. Además, la falta de estacionamiento que se produce por el personal de gendarmería”, agregó.
Una fuga de película
A dos cuadras de la cárcel vive Norma Maureira, tiene más de 40 años residiendo en el sector y hace 20 años se jubiló como gendarme, así que como conocedora de la materia pide priorizar la construcción de una nueva cárcel que permita mejorar las condiciones de trabajo de los funcionarios de Gendarmería.
“Lo que se debe hacer más rápido que nada es sacar la cárcel de este sector, porque aparte de que es un lugar que ya está quedando chico para muchas cosas, implica mucho riesgo para todos los vecinos. Para mí sería lógico, y por el bien de la gente que trabaja ahí adentro, que se fueran a un lugar donde les puedan hacer algo mucho más grande, más cómodo porque eso ya está totalmente sobrepoblado, así que es muy urgente, según mi opinión, que ese proyecto se dé lo antes posible y no implique cierto riesgo para la vecindad”, destacó.
Recordó los momentos de angustia y caos que se produjeron durante el terremoto magnitud 8.8 la madrugada del 27 de febrero de 2010, que provocó importantes daños en el centro penitenciario, incluyendo el derrumbe de un muro estructural, por lo que 269 reclusos se fugaron, algunos de ellos se refugiaron en las casas cercanas lo que provocó nerviosismo entre los habitantes, quienes se encerraron en los baños de sus domicilios. En el penal hubo enfrentamientos con los guardias, y los internos provocaron incendios en algunos sectores de la unidad.
“Nosotros no pudimos salir ni a la calle a mirar porque era como estar en una película del oeste, balazos, griterío, gente corriendo, el incendio, las sirenas de bomberos, Carabineros, eso fue atroz, fue horroroso. Nadie se atrevió salir a la calle porque había cualquier balazo, fue bien complicada esa situación”, comentó.
Norma afirmó que el riesgo de que ocurran nuevas fugas de reclusos es permanente y se pueden originar por eventos naturales como un terremoto o por situaciones propias del penal, como es el traslado de presos.
“Siempre hay riesgo de fuga. Tenemos que pasar todos los días por el frente de ahí, por la calle Isabel Riquelme siempre a veces tienen que parar porque está cortado el tránsito por los furgones que están trasladando a estos muchachos y se ponen los furgones atravesados ahí, porque no tienen otro espacio”, dijo la ex gendarme.
Otros problemas que padecen es el afeamiento del entorno, particularmente por calle Vega de Saldías donde ingresan las personas que visitan a familiares que se encuentran en el penal. “Cuando llegan las visitas es un desastre, es asqueroso pasar por ahí porque queda sucio y feo, se coloca toda la gente ahí con los paquetes y dejan cochino”.
“Entonces, hay miles dificultades para que ese esa cárcel esté en este lugar. No cuenta con los espacios necesarios para albergar a la gente que viene a visita, no tienen los espacios necesarios para los estacionamientos, nada de eso”, añadió.
Para Luis Valenzuela Molina uno de los mayores temores es que ocurra un nuevo terremoto de gran magnitud y se repita la fuga del año 2010, y que los vecinos queden expuestos e inseguros ante un eventual escape de reclusos.
“Para ser sincero se tiene miedo a que ocurra otro terremoto. La otra vez cuando se cayó el muro, hubo muchos que arrancaron y es peligroso para los que vivimos aquí alrededor, uno pensaba que era gente iba corriendo, pero no, eran los internos que se escaparon, menos mal que no salieron delincuentes tan malos porque no nos asaltaron, no hicieron nada, al menos no a nosotros”, indicó.
El vecino que vive a dos cuadras de la cárcel local no está de acuerdo que el recinto se encuentre en el centro de la comuna, pues si bien hace años ese era un sector que estaba despoblado, con el crecimiento demográfico quedó rodeada de viviendas y servicios.
Espacios comunitarios
La construcción de una nueva cárcel está siendo liderada por el Gobierno Regional de Ñuble, cuyo propósito es que una vez se desocupe el actual recinto se puede transformar en un centro cívico en beneficio de la comunidad.
Los vecinos respaldan la idea de que a futuro se le de utilidad a ese espacio como un centro cívico, también proponen que se pueda destinar para áreas como educación o salud, para favorecer la calidad de vida de los habitantes.
De concretarse la reubicación de la cárcel, respalda la idea de que ese recinto se transforme en un centro cívico o se ocupe para áreas como la salud o educación, para favorecer la calidad de vida de los habitantes.
Los socios de la Junta de Vecinos Sargento Aldea N°2 proponen que se pueda habilitar un espacio para la recreación y esparcimiento de adultos mayores, pues su actual sede social no tiene espacio para este tipo de actividades, por lo que tener un salón de eventos sería beneficioso.
“Hoy hay muchas formas de darle utilidad, por ejemplo, podríamos tener un museo histórico que podría ocupar una buena parte, y otra parte podría tener un centro cívico. También pienso en un museo completo o en hacer una grandiosa biblioteca”, expresó Inés Alarcón.
Mientras que Norma Maureira precisó que “creo que el espacio que va a quedar ahí podría ser utilizado muy bien en cosas mucho más productivas, que sea algo bueno para el barrio, para la plaza misma, y no tener ese foco ahí al frente, que no quede en abandono, que se pueda restablecer algo, algún edificio, algún servicio público o cualquier otra cosa pero que no quede en abandono ni quede ahí como casa ocupa y que la empiecen a rayar y todo eso. Entonces, que sea ocupado en algo en bien de la comunidad”.
En la actualidad la Plaza Pedro Lagos Marchant, mejor conocida como Plaza San Francisco, ubicada frente a la cárcel de Chillán está en proceso de remodelación, y presenta poco más de un 45% de avance. Con una inversión cercana a los $2.000 millones promete convertirse en un punto de encuentro ciudadano, sin embargo, la cárcel seguirá estando en el frontis, lo que sigue dando una sensación de inseguridad para la comunidad. Este proyecto de modernización contempla mejora la calidad de las áreas verdes, juegos infantiles, luminarias, mobiliario urbano y rehabilitación de la pileta central de la plaza.