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“Ya no existen ramadas como las de antes. El dueño tiene que imponer respeto para tener todo ordenadito”

En 2024 sufrió un ACV que no le ha impedido seguir trabajando a sus 83 años. Si bien su movilidad es reducida, aun tiene las ganas de un muchacho joven.

Sigue recordando el pasado con mucha nostalgia, sobre todo su etapa por Ñublense, club al que le dedicó su vida como masajista. Pero hoy, esos recuerdos se tornan tristes, porque desde el club no lo han venido a ver, ni siquiera lo han ayudado luego de su accidente. Algo que según dice “me duele el corazón”.

Juan Márquez, más conocido como el “Guatón Rana”, apodo que heredó de su madre, fue uno de los históricos masajistas de Ñublense. Por más de 40 años, se dedicó a cuidar a jóvenes dentro del club, ofreciéndoles terapia y entrenamiento.

Luego de dejar paulatinamente el club, se dedicó de lleno en las ramadas durante Fiestas Patrias, donde fue elegido casi todos los años como la mejor ramada de Chillán. Comenta que estuvo con muchos alcaldes en estos años, quienes le otorgaron el premio que lo distinguía como el mejor puesto.

Pero su pasión siempre fue el fútbol. Muy joven, entró como pasapelotas a Ñublense. Luego como utilero y finalmente se instaló como masajista. Se perfeccionó en el área y trabajó hasta inicios de los años 2000.

Pero toda la trayectoria en los rojos se ve tristemente manchada en la actualidad. Juan explica que jamás lo han reconocido, que no ha recibido ninguna ayuda, ni siquiera una visita, que es lo que más le duele.

A lo largo de la entrevista, el querido “Guatón Rana” conversó sobre su historia. Visiblemente afectado se refirió a su pasado en Ñublense, club al que entregó todo, pero del que no ha recibido nada a cambio.

– Fue la cara visible por muchos años de las ramadas en Chillán ¿Cómo fueron esos años, con quienes trabajó y de qué forma comenzó en el mundo de las celebraciones de Fiestas Patrias?

– Mi madre era ramadera, a ella le decían la “Guatona Rana” como a mí. Ella falleció y quedé yo a cargo. Empecé en esto hace unos 40 años, cuando se fue mi madre. Siempre fui querido por toda la gente, me saqué todos los años el primer lugar de las ramadas en Chillán.

Era muy bonita mi ramada, trabajaba muy bien y tenía buena gente. No atendía a ningún curado y cuando se ponían pesaditos los abrazaba, les conversaba y se iban. El ambiente era muy bueno, había harta venta y lo que acumulé lo gasté dentro de mi enfermedad.

– ¿Qué piensa que ya no existan ramadas como las de antes acá en la ciudad?

– Muy malo, como lo dice usted, ya no existen ramadas como las de antes. Ahora hay muchas peleas, no hay respeto y no hay cariño. El dueño de la ramada no impone respeto, la idea es que esté todo ordenadito y limpio.

Estuve con todos los alcaldes, tuve a Sergio Zarzar, don Aldo Bernucci, incluso con Abel Jarpa. Ahora también con Camilo Benavente, a quien también le tengo mucho cariño.

Trabajaba con mi familia, mis hijos e hijas que me ayudaban a vender siempre.

Desde el 2020 que no voy a las ramadas por mi accidente. Ahora tengo mi carrito malo y tampoco puedo ir al mercado con mi puesto.

– ¿De qué trabajaba en el mercado? ¿Cómo lo reconocía la gente?

– Yo tenía mi puesto de frutas. Era querido por mucha gente, porque yo a nadie le falté el respeto. Hay mucha gente que aún viene y me recuerda, me saluda.

Siempre tuve un puesto en el mercado, pero a la par entré a Ñublense. Tenía mi puesto ahí, pero también estaba ligado al club. Poco a poco entré con el tema de las ramadas y eso siempre me ayudó, la gente siempre elegía mi ramada. Eran muy buenos tiempos.

– ¿Cómo empezó su trayectoria dentro de Ñublense? ¿Cómo recuerda sus años por el club rojo?

– Yo entré jovencito a Ñublense. Más o menos en el año 1960. Entré al club como pasapelotas, iba a recogerlas a la cancha cuando empezaban a entrenar. Las tiraban para allá y yo iba a buscarlas y las recogía. Yo también era bueno para la pelota, me gustaba, jugaba de 9. Luego me ofrecieron trabajar dentro del club.

Me ofrecieron la pega de utilero. Yo dije ya al tiro, así que quedé como utilero de Ñublense, teniendo mi puesto en el mercado donde tenía algunos negocios. Cuando empecé a trabajar dejaba como espejo el camarín, limpiecito todo, las camisetas bien arregladas y los zapatos lustrados, eso les gustó.

Luego de eso llegaron unos médicos, entre ellos un masajista. Ahí comencé a aprender algunas técnicas y supe que me gustaba el tema del masaje, empecé con los jugadores. Ahí hice algunos cursos en Valparaíso, yo sabía que tenía buena mano, aún la tengo. Hacía masajes y aprendí todo el tema de kinesiología.

Estuve ligado en el club hasta los años 90. Conocí muchos jugadores jóvenes, les daba concejos, a muchos también les enseñaba técnicas, los críe futbolísticamente. Siempre iba dejando huella, les enseñaba algunas cositas. Los quería a todos por igual.

Les explicaba qué tenían que hacer ante alguna patada, lesión, rotura de ligamentos. Yo a veces sigo atendiendo gente que viene a mi casa, no les cobro nada.

– En su relato comenta mucho su pasado en Ñublense ¿cómo lo recuerda el club?

– Hice cosas muy buenas dentro del club, pero no me agradecen. Recuerdo muchas veces que íbamos a todos lados, yo cargado lleno, con mi bolso y todas las cosas que llevábamos. Estuve 40 años en Ñublense.

Críe tantos cabros, hice cosas grandes por Ñublense. Pero ¿usted cree que me lo han agradecido? ¿usted cree que han venido a verme luego de mi accidente? Ninguna ayuda, ningún saludo, absolutamente nada. Me tienen botado y eso es lo que más me duele, porque le entregué mi vida a Ñublense y hoy no se acuerdan de eso. Me duele el alma, me duele el corazón, porque yo amo al club, soy hincha de Ñublense y trabajé décadas ahí. No quiero sentir esta pena.

Yo tenía mi puesto en el mercado, pero daba vueltas y vueltas. Yo quería estar en el club, en Ñublense. Lamentablemente nunca me pagaron y no tengo plata ahora para trabajar. Nunca ha venido un dirigente aquí, jamás.

Tengo 83 años, nunca he sido agrandado, me críe con buena familia dentro del respeto, con mucho cariño. Por eso lo más importante es respetar, porque si uno no se respeta como persona, nadie lo va a respetar, eso es lo importante.

El deporte es algo que uno tiene que llevar en el corazón y en la mente. Hay que enseñarle a la gente, yo saqué muchos cabros del vicio.

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