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Extranjeros aumentaron el triple en Ñuble

El Censo 2024 reveló que la población migrante en Ñuble creció un 192,7% en apenas siete años. Si en 2017 eran 3.736, hoy son 10.934 extranjeros, el 2,1% de los habitantes de la región. Un fenómeno que, aunque modesto en comparación con la Región Metropolitana (que concentra seis de cada diez migrantes del país), muestra con claridad que ya no somos ajenos a los flujos internacionales de personas que marcan este tiempo.

La composición de esta nueva comunidad también revela los cambios en el mapa de la migración global. Los venezolanos lideran con un 53,2%, seguidos por colombianos, argentinos, haitianos, peruanos y bolivianos. Detrás de las estadísticas se encuentra un patrón común: hombres y mujeres en su mayoría jóvenes, entre los 20 y 44 años, que buscan oportunidades laborales, estabilidad y futuro para sus familias.

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En Ñuble, la migración tiene su epicentro en Chillán, que concentra el 63,4% de los extranjeros, seguida de San Carlos y Chillán Viejo. Esa localización urbana responde a mejores oportunidades de empleo, acceso a servicios públicos y redes de apoyo, pero también abre preguntas sobre la capacidad de nuestras ciudades para integrar de manera adecuada a quienes llegan con nuevas culturas, lenguas y costumbres.

Testimonios como el de Louna Dorvil, una profesora haitiana que llegó en 2017 a Chillán, ayudan a mirar más allá de las cifras. Su historia, publicada el pasado domingo en este diario, refleja tanto las promesas como las dificultades del proceso migratorio. Desde la discriminación en el arriendo de viviendas hasta el acceso a un sistema educativo que permitió que su hija tuviera un horizonte distinto, su voz recuerda que la migración no es un fenómeno abstracto, sino un conjunto de trayectorias personales que requieren respeto y acompañamiento.

En Ñuble, cinco municipios (Chillán, Quillón, Quirihue, San Carlos y Bulnes) han implementado el programa Sello Migrante, un avance que facilita trámites y acceso a beneficios sociales. Aun así, las brechas son evidentes. El Servicio Nacional de Migraciones reconoce que muchos extranjeros caen en manos de “tramitadores” que abusan de su desconocimiento, mientras que la barrera idiomática continúa siendo un obstáculo para haitianos y otros grupos.

La dimensión legal tampoco es menor. En 2024, 415 extranjeros fueron denunciados por situación migratoria irregular en Ñuble, y este año ya van 290. La Policía de Investigaciones mantiene controles permanentes, que han derivado en expulsiones administrativas y judiciales. El discurso público suele vincular esos casos con la delincuencia, alimentando prejuicios que dañan la convivencia. Sin embargo, los propios registros oficiales muestran que la gran mayoría de los migrantes llega a trabajar y a estudiar.

El desafío, entonces, no está solo en controlar, sino en integrar. La migración es ya parte del presente de Ñuble y lo será aún más de su futuro. La tarea es evitar que este fenómeno se lea en clave de amenaza y se asuma, en cambio, como una oportunidad para enriquecer culturalmente la región y revitalizar un mercado laboral que también enfrenta desafíos de recambio generacional.

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