Oportuna advertencia

Cada invierno revive una preocupación en Carabineros y Bomberos de la Región de Ñuble por un problema de seguridad que se repite con inquietante frecuencia: los incendios estructurales. Aunque los números varían año a año, la tendencia se mantiene estable en más de 160 emergencias en este periodo, según registros de Carabineros. Una estadística que no habla solo de pérdidas materiales, sino de familias que ven interrumpida su vida cotidiana por el descuido, la improvisación o la negligencia en el uso de fuentes de calor.
Los peritajes del Laboratorio de Criminalística de Carabineros (Labocar) Ñuble entregan un diagnóstico claro: gran parte de los siniestros pudieron evitarse con medidas simples, de esas que no requieren inversión millonaria, sino solo un poco de conciencia de riesgo. El Suboficial Mayor y perito criminalístico José Arriagada Solar lo resume con una imagen concreta: “El factor distancia es clave: los calefactores, ya sean eléctricos o a leña, nunca deben estar a menos de 80 centímetros de cortinas, camas, ropa u objetos combustibles”. Una advertencia que se escucha todos los años, pero que en demasiados hogares sigue sin aplicarse.
Las cifras refuerzan la alerta: casi la mitad de los incendios domésticos en Ñuble tienen como origen fallas eléctricas. El uso de guías no certificadas, las “ñañas” con huincha aisladora, las sobrecargas de enchufes en un mismo punto, son prácticas cotidianas que esconden un potencial riesgo. El frío de nuestra zona empuja a las familias a buscar soluciones rápidas, pero ese atajo puede transformarse en tragedia. A ello se suma el uso de calefactores a leña con ductos de evacuación sucios, instalaciones artesanales mal aisladas y el hábito de secar ropa directamente sobre estufas o chimeneas. Errores comunes, con consecuencias que pueden ser devastadoras.
En sectores rurales, la situación adquiere un matiz distinto, pero igual de riesgoso. Velas, mecheros y combustibles inapropiados siguen presentes como fuente de iluminación, generando incendios que avanzan con rapidez y muchas veces lejos de la asistencia inmediata de Bomberos.
La educación en seguridad contra incendios debería ser parte de la vida cotidiana. Acciones como revisar instalaciones eléctricas, limpiar caños de calefactores, alejar estufas de materiales combustibles y evitar improvisaciones.
La historia reciente de Chillán y sus comunas dan cuenta de tragedias que pudieron evitarse. Por eso, es necesario instalar una cultura de la prevención permanente. Que cada hogar entienda que detrás de una estufa mal ubicada o de un enchufe recalentado puede haber un incendio.
Se necesitan hogares conscientes, autoridades persistentes en la educación preventiva y comunidades que valoren la seguridad por sobre la improvisación.