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Bajadas y nuevos pactos marcaron la inscripción parlamentaria en Ñuble

Con más de una sorpresa terminó el plazo de inscripción de candidaturas parlamentarias en Ñuble. La medianoche del lunes dejó en evidencia que no todo estaba cerrado y que las definiciones de último minuto -muchas veces tomadas desde Santiago- se hicieron sentir en las listas.

En un distrito que elige solo cinco cupos, la saturación de 51 aspirantes no solo refleja la fragmentación del escenario político, sino también las tensiones internas de los partidos y la búsqueda de identidad de nuevas colectividades.

El episodio más comentado fue la “bajada” de Ignacio Marín, carta del Partido Liberal en la lista oficialista Unidad por Chile. Presentado días antes como renovación generacional, el exaspirante a gobernador regional quedó fuera tras la decisión del nivel central de la colectividad, que optó por inscribir a Josefa Balmaceda, abogada feminista y exmilitante frenteamplista. El movimiento generó incomodidad en parte del bloque, ya que no solo expuso la falta de coordinación con los equipos locales, sino que también abrió dudas sobre la manera en que se distribuyen las cuotas de género y corrientes ideológicas dentro del pacto.

Algo similar ocurrió en Cambio por Chile, donde el republicano Jorge Luis Sánchez fue reemplazado en último momento por Magdalena Oyarce, también de ese partido. Más allá de la formalidad de la sustitución, la lectura política es clara: la definición de candidaturas no se juega únicamente en Ñuble, sino que responde a negociaciones mayores que se desarrollan en los centros de poder partidario.

El regreso de César Uribe

La inscripción también trajo consigo el desembarco de listas menos tradicionales, que buscan abrir espacio en un distrito históricamente dominado por bloques grandes.

El Partido Igualdad, en alianza con el Humanista, inscribió como figura central al exconvencional César Uribe, quien representó a la región en el fallido proceso constituyente. Su nombre, con peso simbólico en sectores de izquierda crítica, apunta a interpelar sobre todo a los nuevos partidos más conservadores de derecha.

En esa misma línea de nuevas apuestas aparece la Alianza Verde Popular, que levantó como candidatos a Julia Zappeteni, Óscar Montecinos y Ricardo Rodríguez. Se trata de una colectividad que, al igual que los ecologistas tradicionales, busca posicionar causas medioambientales y sociales, pero desde un discurso más ciudadano y con arraigo territorial. Su desafío será diferenciarse del Partido Ecologista Verde, que también va a la competencia con Felipe Aylwin, exalcalde de Chillán Viejo, como carta principal.

Por otro lado, el pacto FRVS–Acción Humanista busca consolidar un espacio progresista alternativo al oficialismo tradicional con un elenco mayoritariamente femenino: Patricia Torres, María Romero, Ximena Salinas, Fanny Araya y Catalina Medina, junto al independiente Wilson Olivares. Para este bloque, la elección no solo se juega en la conquista de un cupo en Ñuble, sino también en instalarse como una fuerza con sello regionalista en un escenario marcado por el predominio de las grandes coaliciones.

El mapa de Ñuble se completa con Amarillos, que apuesta por figuras conocidas como el excore Hernán Álvarez y el exalcalde de Cobquecura, Osvaldo Caro; y con el pacto Chile Grande y Unido (RN, UDI, Evópoli y Demócratas), que buscará capitalizar figuras instaladas como Frank Sauerbaum, Cristóbal Martínez y Marta Bravo, además de Carlos Chandía, junto al retorno de Jorge Sabag en las filas de los Demócratas.

La multiplicación de pactos —cinco en total— y la presencia de cuatro partidos compitiendo fuera de esos marcos, dejan un escenario abierto y cargado de incertidumbre. La sobrerrepresentación de candidaturas frente a los cinco escaños disponibles vuelve más competitiva la carrera, y obligará a las listas a diseñar estrategias de concentración del voto.

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