Protección del huemul en Ñuble

En las cumbres y valles donde Ñuble se funde con Biobío, sobrevive uno de los símbolos más nobles de nuestra fauna: el huemul, ciervo andino que se encuentra en peligro crítico de extinción.
El Plan de Recuperación, Conservación y Gestión del Huemul (Recoge), aprobado en 2021, es la estrategia más ambiciosa en décadas para revertir ese destino. Su meta es tan clara como desafiante: aumentar en un 10% la población de huemules de los Nevados de Chillán-Laguna Laja en 12 años. Para lograrlo, más de 50 acciones articulan el trabajo de Conaf, ministerios de Medio Ambiente, Obras Públicas y Energía, junto a organizaciones como Aumed, Codeff, SAG, ONG Dosel y empresas como Forestal Arauco.
Los avances son reales, pero desiguales. Se ha cumplido al 100% con normativas locales, control de ciervos exóticos y aumento de áreas de reproducción. También se han desarrollado programas de buenas prácticas forestales (67%) y disminuido el ganado en zonas de cría (83%). Sin embargo, otras tareas esenciales —como prevenir y controlar enfermedades o implementar un plan de gestión de la Biósfera enfocado en el huemul— siguen en cero.
El reciente Simposio del Huemul de Chile Central, realizado en Chillán, dejó claro que la protección no puede limitarse a las reservas de Ñuble y Niblinto. El huemul se desplaza fuera de estas fronteras, buscando alimento y refugio, y allí enfrenta sus mayores peligros: ganado que transmite enfermedades, incendios forestales más frecuentes, tránsito de vehículos en alta montaña y un turismo que, sin manejo responsable, erosiona su hábitat.
Las cámaras trampa de Conaf han registrado ejemplares saludables en puntos claves de reproducción como el cajón El Toro, El Potro y Las Parías. Pero ni siquiera sabemos con exactitud cuántos son. Las estimaciones más optimistas hablan de 100 animales en la zona central, una cifra que revela lo vulnerable de esta población, marcada por la baja diversidad genética y la amenaza de la endogamia. Sin conectividad biológica con otras poblaciones, un cambio ambiental abrupto podría significar su desaparición total.
La sociedad civil ha demostrado que puede ser aliada clave. ONG como Dosel y la Fundación Los Mallines han registrado huemules fuera de las áreas protegidas, precisamente donde la presión humana es más intensa. Allí, la construcción de obras de infraestructura, como el proyectado embalse La Punilla, amenaza con fragmentar aún más el territorio. Un lago artificial en medio de rutas de desplazamiento del huemul no es solo un riesgo para esta especie: afectará a todo un ecosistema.
La conservación no significa detener el desarrollo, pero sí repensarlo. Requiere diálogo, compensaciones por biodiversidad y respeto por los planes y normativas vigentes. Los incentivos económicos y ambientales pueden coexistir, pero para ello debemos asumir que el huemul no es un lujo o curiosidad de la naturaleza, sino que es parte de nuestra identidad y de nuestro patrimonio vivo. A partir de esa convicción, las declaraciones románticas darán paso a una política pública efectiva