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Reo recibe 15 puñaladas en la cárcel de Chillán acentuando grave crisis en la penitenciaría

Se dice que dentro de los códigos intracarcelarios, algunas faltas se pagan graves. La de mayor castigo es “pintarse las patas”, o buscar relacionarse con la cónyuge de otro interno; mientras que una segunda que no se perdona, es la de robarle a algún familiar o a la casa de algún reo connotado.

Ambas, son parte de las -no muchas-teorías a priori que maneja la Brigada de Homicidios de la PDI, para dilucidar las causas que motivaron un sorpresivo ataque con arma blanca hechiza, de un reo a otro, mientras se encontraban en una actividad religiosa, dentro del patio de la cárcel de Chillán.

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Fueron 15 punzazos que buscaron órganos como riñones, pulmones, estómago y corazón, sin que pudieran concretarse, salvo por el daño a un pulmón que significó pérdida de agua en el lesionado, quien fue rápidamente trasladado al hospital Herminda Martín, por parte de Gendarmería, mientras que el agresor fue separado y aislado, aunque hasta ayer, todavía no había prestado declaración.

Peor aún, pese a que no es el primer caso de homicidio frustrado que se registra en el plantel penitenciario este mes, en Gendarmería explican que a diferencia del anterior, que ellos anticiparon y hasta advirtieron sobre la posible ocurrencia a los tribunales, “éste no lo vimos venir, porque fue sorpresivo y hasta el momento no conocemos los motivos”, explicaron.

La directora regional de Gendarmería, coronel Carolina Caamaño, comentó que el conflicto “fue abordado de manera óptima, nuestro personal actuó de manera profesional evitando una situación mayor”, añadiendo que tras el incidente, se registraron “registros y allanamientos preventivos para evitar futuras riñas”.

Para la coronel, una de las manmeras de abordar estas situaciones sería con mayor capacitación para el personal, a quien valoró por el trabajo que realizan frente a la compleja situación carcelaria actual.

Hacinamiento, bandas y droga

Al intentar conocer el trasfondo de esta tensa realidad que se vive en la cárcel -tensa incluso para los estándares propios de un recinto penitenciario- siempre se cae en los mismos factores, hacinamiento y drogas.

Un hacinamiento que hoy supera cualquier precedente, con cerca de 800 internos en un recinto que sólo admite cerca de 340. Cantidades de drogas que siguen llegando a manos de los reos, pese a que circundaron y techaron el patio común con mallas, en 2017, para evitar lanzamientos desde el exterior.

Y hoy se agrega otra variable para una ecuación de tercer grado: la aparición de bandas, que siguen siendo parte de redes u organizaciones criminales con integrantes en libertad o encerrados. Esa variable no existía sino hasta la postpandemia, y forma parte del “aprendizaje” criminógeno importado por reos extranjeros, cuyo número es cada vez mayor en los planteles carcelarios del país.

Hasta la fecha, no hay plazos ni certezas para la construcción de una cárcel regional, ni para la ampliación de la existente.

“Nosotros lo venimos advirtiendo desde el año pasado, que este tipo de situaciones iban a comenzar a ocurrir, y también advertí que podría haber pérdidas de vidas, producto del hacinamiento, del microtráfico y de las rencillas colectivas entre bandas al interior del penal”, comentó el suboficial Cristian Montecinos, presidente del a Asociación Nacional de Funcionarios Penitenciarios (Anfup), Ñuble, quien agendó una cita con el delegado presidencial para exponer las necesidades más urgentes que demanda la institución.

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