Desafío global y local
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Si bien el agua es uno de los elementos más abundantes en nuestro planeta, poco a poco se está convirtiendo en un bien escaso a causa del cambio climático, la contaminación y su desaprovechamiento.
Millones de personas en el mundo carecen de este preciado recurso natural, necesario para la supervivencia. De hecho, solo en el contexto del cambio climático y del aumento de la demanda, se estima que en Ñuble la disponibilidad de agua dulce disminuirá en un 30% en los próximos 25 años.
La crisis causada por su escasez, mala administración y los problemas de saneamiento siguen constituyendo serios obstáculos para alcanzar las metas del Objetivo 6 de la Agenda 2030, que es garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible para toda la población del planeta.
Por eso este año, el Día Mundial del Agua que se conmemoró ayer tuvo por lema “No dejar a nadie atrás”. Pero, qué hay detrás de esa frase, y en el caso de la región de Ñuble quién se está quedando atrás.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 2.100 millones de personas viven en países o regiones con total falta de agua y dos de cada tres sufrirán su escasez.
Las personas ya afectadas están dentro de las zonas más pobres del planeta. Allí, ocho de cada diez enfermos sufren enfermedades relacionadas con el agua, que causan además una gran mortalidad, también entre los niños. De hecho, cada ocho segundos muere uno por falta de agua potable.
En nuestro país la situación no es así de dramática, aunque también existen problemas de abastecimiento, generalmente asociados a la ruralidad y un debate pendiente que la mayoría de sus actores evita o lo que es peor, politiza e ideologiza, como hemos visto con la postergada reforma al Código de Aguas.
Por lo pronto, el asunto que debe ocuparnos es la situación de más de 5 mil familias de Ñuble, que agrupan a 22 mil personas que carecen del vital líquido y que deben ser abastecidas a través de camiones aljibes y estanques acumuladores, ambas medidas de alcance limitado que solo solucionan puntualmente el problema.
En cuanto al tema de fondo, es decir una respuesta definitiva por la vía de proyectos de agua potable rural (APR), hay una positiva proyección a partir del Plan Ñuble y de una mayor disponibilidad de recursos fiscales que serán focalizados en los sectores más vulnerables, como también en obras de riego para pequeños productores.
Pese a lo anterior, un desafío pendiente sigue siendo el cambio cultural que se requiere: una cultura del ahorro y del uso eficiente del agua, una cultura de la previsión y de la planificación, que no se logra solo aumentando el presupuesto público.
Ese es precisamente el sentido que tiene la campaña Todo Ñuble Cuida el Agua y en especial la tercera versión de la feria realizada ayer en la Plaza de Armas de Chillán, cuyos principales destinatarios fueron niños y niñas, pues quienes formamos parte de esta inédita asociación público-privada tenemos la convicción de que estamos ante un desafío que debe comprometer a la sociedad en su conjunto, y no solo para el presente, sino sobre todo de cara al futuro que ellos representan.