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De errores y horrores

Señor Director:

Hace unos días, la candidata presidencial Evelyn Matthei pronunció unas desacertadas palabras respecto al inicio de la dictadura. Apoyándose en su experiencia como hija de un alto oficial de la Fuerza Aérea, señaló que las muertes eran inevitables. No vale la pena entrar en mayores detalles: con o sin contexto, desde la izquierda o la derecha, envuelto en amarillismo, con intenciones políticas o sin ellas, este comentario no requiere mayor explicación. Es inhumano, irrespetuoso, inconsecuente, apático y profundamente desconectado.

No me avergüenza reconocer que, hasta hace unos días, Matthei era parte de mis preferencias políticas para las elecciones presidenciales de 2025. Pero más allá del ruido propio de cualquier campaña —y de su campaña—, esta declaración imprudente basta para que me replantee profundamente mi voto. No pretendo dinamitar su candidatura —tampoco creo tener ese poder—, pero sí me queda algo muy claro.

Nadie es culpable de ser hijo de alguien. Ni Enríquez-Ominami, de un revolucionario; ni Isabel Allende, de un presidente; ni otros tantos que heredan o heredarán historias luminosas u oscuras, como Violeta Boric. Pero sí somos responsables de nuestros actos y palabras. Y lo mínimo que cabe esperar de alguien que aspira a liderar un país es que no relativice el horror o distorsione la historia con relatos apologéticos.

Porque no se puede desconocer jamás que la violencia —desde donde venga, con los argumentos más plausibles que se utilicen— nunca podrá justificarse cuando se pavimenta con sangre.

Quizás Matthei sea presidenta en 2026. Tal vez será competente en muchas áreas, y su equipo tendrá aciertos y errores. Pero ojalá —si su gobierno incurre alguna vez en negligencias o abusos, conscientes o no— sus hijos no deban justificarlo diciendo: era inevitable.

Miguel A. Maldonado B.

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