Sismo transformador

En el transcurso de sus 445 años de vida Chillán ha estado expuesta a importantes fenómenos naturales que han afectado a su paisaje, desarrollo urbano y a su gente. Podríamos afirmar, con certeza, que la capital de Ñuble ha sido moldeada por los desastres.
Hoy precisamente se cumplen 86 años del mayor desastre transformador de su historia: el terremoto del 24 de enero de 1939, que causó la muerte de más de 30 mil personas y destruyó por completo la naciente urbe, caracterizada por su arquitectura clásica; pero que también dio paso a la oportunidad de construir una nueva ciudad. De hecho, para muchos especialistas -entre ellos el arquitecto y actual director regional de Patrimonio, Claudio Martínez- lo correcto sería hablar de una quinta fundación, pues la ciudad que se levantó es completamente distinta a la arrasada por el sismo de 8,3° Richter. De hecho, solo comparten la trama urbana de las cuatro avenidas, todo lo demás significa una ruptura con su antecesora, partiendo por su arquitectura moderna y el hormigón armado como la base material de todas las edificaciones.
“Se comenzó por las obras públicas y de viviendas sociales. Para ello, el gobierno de la época envió a Chillán a destacados arquitectos como lo fueron Ricardo Müller Hess, quien había trabajado en el diseño y la construcción del Estadio Nacional, representante de la Dirección de Obras Públicas, y Tibor Weiner quien fuera discípulo de Walter Gropius, el fundador de la Bauhaus”, describe la historiadora Alicia Romero en su libro “Plaza O’Higgins de Chillán, un libro de historia”.
Así se levantaron edificios que en la actualidad son íconos de la arquitectura moderna, no solo por su amplia resistencia a nuevos eventos sismológicos, sino que también por mezclar a la perfección el arte con los términos arquitectónicos que por esos años nacían en Europa. La Catedral, el Cuerpo de Bomberos y el edificio del Gobierno Regional, el Edificio Copelec, los dos Liceos (Marta Brunet y Narciso Tondreau), la Escuela México y La Discusión, también conjuntos habitacionales como la Población Brasil, los Edificios Libertad y la Población Carabineros de Chillán, además de un centenar de casas de arquitectura moderna son parte de los 100 mil metros cuadrados de patrimonio arquitectónico que deberíamos esforzarnos en preservar.
La identidad de una ciudad y la de sus ciudadanos se construye a lo largo de un proceso histórico y cultural que va definiendo una personalidad que la hace única e irrepetible. En el caso de Chillán son sus cuatro o cinco fundaciones, sus edificios modernistas, su mercado y la feria, su historia, y su gente.
El carácter de una ciudad va definiendo el de sus habitantes, y por eso además de la monumental lección de resiliencia que nos legaron los chillanejos y chillanejas que buscaron volver a empezar en el mismo territorio demolido, en momentos que era más fácil desertar; la otra gran enseñanza que podemos sacar de este importante capítulo de nuestra historia es el resultado que tuvo la combinación de eficacia, bien común y una actitud de invención, de atrevimiento a una mirada nueva para la ciudad.
Con ese espíritu Chillán debería abordar el desafío, presente y futuro, de construir una ciudad más inclusiva e integradora, tal como lo soñaron quienes tuvieron la misión de refundarla hace 86 años