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Cuando Chillán tuvo varios cementerios

Mauricio Ulloa

Chillán, en la transición del siglo XIX al XX, tenía varios cementerios, demostrando la omnipresencia de la muerte en nuestras vidas.

El 2 de agosto de 1883 se promulga la breve y sobria “Ley de Cementerios Laicos”, bajo la firma del Presidente Domingo Santa María y del Ministro José Manuel Balmaceda, mediante la cual transitamos desde la cultura del “camposanto” al “democrático cementerio civil y laico”. Sin embargo, recién en 1902, se procede a la apertura del actual Cementerio Municipal, desplazando extramuros de las iglesias y camposantos privados, la ritualidad de los entierros y el deterioro de prácticas y ritos coloniales así, se establecía la exhumación de cadáveres en recintos del Estado en un proceso de secularización de la sociedad.

De esta manera se modificaba la “percepción de la muerte”, desde la hegemonía religiosa del barroquismo colonial hacia camposantos abiertos y democráticos. En Chillán de entonces, existía el Panteón Católico en la actual Libertad Oriente, en las orillas del Estero Talquipén, que entraba a la ciudad por Avenida Libertad, en 1837 al Estero Las Toscas, mediante un tajamar, en la Cañada del oriente (hoy Avenida Argentina).

Junto a este cementerio católico, el grupo endogámico de residentes alemanes llegados a la ciudad a mediados del siglo XIX, deciden instalar un “Cementerio de Disidentes de la Iglesia Católica”, como símbolo de las comunidades protestantes que se incorporaban a nuestra comunidad en procesos inmigratorios.

Nace en 1863 el “Cementerio Alemán”, en el contiguo y malsano sitio del Panteón Católico, adquirido a la familia Amunategui la misma que había vendido el predio para la instalación del Chillán Nuevo (1835). En esos tiempos había corrupción política.

Cuenta el intelectual Alejandro Venegas (Dr. Valdés Canje) en “Sinceridad, Chile Intimo 1910”, que el agua potable que abastecía a la ciudad, escurría entre ambos cementerios, era “una inmundicia”. Los alemanes cavaron una zanja separatoria “para evitar el traspaso de las almas de los difuntos”.

En ese momento aún existían el Cementerio de Chillan Viejo (20 de agosto, La Colonia, Marchant y Virrey Don Ambrosio), el de los Padres Franciscanos y el de “Los Apestados” al poniente de la Población Vicente Pérez Rosales. El Cementerio Alemán fue un hermoso ejemplo de Arte Estatuario religioso, como una exaltación de la transición de la vida a la muerte, en contraste al grisáceo y silente Panteón Parroquial, como un agónico tiempo de la vida.

La Ley de 1883 se pone en vigencia en 1902, cuando la Junta de Beneficencia prohibió nuevas sepultaciones en los camposantos existentes, emplazando el nuevo cementerio de la ciudad en terrenos del fundo Bureo de Don Vicente Pérez Penroz, quien donó los terrenos para que el alemán Gustavo Saenger, diseñara arquitectónicamente el nuevo cementerio.

El proceso de traslado de los restos mortuorios fue lento, tanto que, en 1913, aún existía un intento de reabrir el Cementerio Alemán, donde aún permanecía la Capilla, las tumbas y estatuas de mármol que dibujaban los “normalistas” inspirados por sus maestros alemanes.

El resto de los camposantos se esfumó en el tiempo, subsumidos por las nacientes poblaciones que crecieron en el Chillán Oriente.

Marco Aurelio Reyes

Historiador

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